XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 14, 22-33: Fantasma o realidad

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

El pasaje de Cristo caminando sobre las aguas encrespadas nos lleva a una serie de consideraciones sobre quién es en realidad Jesucristo. Para los católicos es el Hijo de Dios, para los judíos fue un gran profeta y no faltan los que lo consideran un fantasma, un mito, una idea que la Iglesia se empeña en mantener viva y en cuyo nombre se predica y se evangeliza. Habrá que añadir a los indiferentes, los que simplemente evitan el problema y viven presos en el cerco de las realidades temporales.

¿Alguien o algo? El evangelio dice que Jesús manda por delante a los discípulos mientras él se queda atendiendo a la gente. Después de despedirla permaneció todavía un buen rato solo, orando. Entre tanto la barca iba ya muy lejos y estaban en aprietos porque las olas la sacudían y el viento era contrario. En eso ven a Jesús que se acerca caminando sobre las aguas y se sobresaltan pensando que era un fantasma. –¡Es un fantasma!- Y daban gritos de terror. En realidad no es el único pasaje en donde lo confunden con un fantasma. En Lc. 24,36 después de la muerte de Cristo, estando todos reunidos se les presentó Jesús y les dijo: -La paz esté con vosotros-. Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: -¿Por qué os asustáis? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos que un fantasma no tiene carne y huesos como veis que yo tengo-.

¿Qué es un fantasma? Es la imagen de una persona que se aparece, pero sabemos que es irreal. Los discípulos creyeron ver a un fantasma porque no es normal que una persona camine sobre las aguas. El único detalle es que Cristo es el Hijo de Dios y como todo lo que hace y dice tiene sentido de revelación, aquí llega caminando sobre las aguas porque nos enseña que por encima de los peligros, los problemas, las angustias que asechan nuestra vida, Dios camina victorioso sobre todas ellas para darnos la paz y El está allí presente para no dejarnos sucumbir. Para el que cree en Cristo y en su poder redentor vuelve a resonar en su corazón el dulce reclamo de Jesús: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.

Cristo no es una idea, ni una doctrina, ni un sistema de pensamiento y mucho menos un código de normas de conducta, sino una Presencia que se puede reconocer. Es Alguien a quien le importo, me conoce y me ama. Alguien que puede llenar mi afectividad, porque una idea puede convencerme, pero sólo una persona puede colmarme. Qué tristeza me da ver que para muchos Cristo sigue siendo un fantasma y no un Dios cercano y misericordioso