XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
San Lucas 15, 1-32:
Los amigos de Jesús

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

¡Qué paradójico! Son los pecadores, los enfermos, los pobres y necesitados los que se acercan sin complicaciones a Jesús a lo largo del evangelio. Los sanos, los exitosos, los ilustrados, representados en el grupo de los escribas y fariseos, saben mantener la distancia y adoptar una postura crítica respecto al enigmático Maestro. Se preguntan con qué poder cura a los lisiados, si es un legítimo profeta o qué tipo de nueva doctrina es la que está enseñando, pero en el fondo de su corazón no lo aceptan, no confían, no lo quieren.  

La Divina Providencia entra en acción cuando le concedemos la oportunidad de actuar. El único problema es que Dios interviene cuando todas las posibilidades humanas se han agotado. A los incrédulos los invito a visitar conventos de clausura donde las monjitas viven al día,  no guardan dinero en el banco, no almacenan, sino que viven felices de lo que la Providencia les depara. En los hospitales, cuando los adelantos científicos llegan a su límite y no queda más que orar, es cuando vemos actuar a la Providencia. Cuando surge un problema que parece irremediable e insuperable, si te encomiendas a Dios, se abre una luz de esperanza al final del túnel. 

Sólo el que haya tenido que pagar un préstamo sacrificando la mitad y buena parte de su salario mensual, sabe lo que significa que tu acreedor te perdone la deuda. Sólo el que ha sufrido en su cuerpo el dolor, la postración y la humillación de no poderse valer de sí mismo para asearse o alimentarse, sabe lo que representa la salud. Sólo el que ha padecido la soledad sabe apreciar el contar con un amigo, un hermano o alguien que te quiera. Sólo los que han necesitado del consuelo y de la gracia de Dios, saben lo que la fe y la confianza representan. Eso me explica que los amigos de Jesús sean los pobres de espíritu, los sencillos, los pecadores y los que han sufrido física o moralmente. 

Hace unos días salió a la luz el nuevo libro de Stephen Hawking donde niega la existencia de Dios. Un excelente astrofísico que no alcanza a descubrir la mano de Dios en la grandeza del universo, en la perfección de la naturaleza, en el maravilloso mundo del microcosmos. Albert Einstein, por el contrario, jamás dejó de sorprenderse, como sólo los niños saben hacerlo, de las maravillas del universo. Decía que “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir” y también afirmaba que “el azar no existe, Dios no juega a los dados”.

El tener un corazón misericordioso, sencillo y limpio de prejuicios, como el de los niños, es lo que se requiere para ser amigo de Jesús.