I Domingo de Adviento, Ciclo A
San Mateo 24, 37-44:
La ofrenda de la fe  

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Al delantero mexicano, Chicharito Hernández, ariete del equipo inglés Manchester United, le recomendaron no ponerse a rezar antes del partido de fútbol contra el Glasgow Rangers, como es su costumbre, para no herir la sensibilidad de este público en particular que está polarizado tristemente entre católicos y protestantes. Lo cierto es que el chico sigue rezando y su equipo ganando pues acaba de pasar a octavos de final en la Liga de Campeones de Europa. La semana pasada en el partido contra el Wigan Athletic marcó el gol que amarró la victoria del Manchester y con el cual su equipo alcanzó en puntos al Chelsea que lidera la premier league solamente por diferencia de goles. Después de marcar un golazo de palomita, el Chicharito miró al cielo, agradeció a Dios y se santiguó enfrente de todo el estadio. 

No reza para pedir milagros, sino para dedicarle el encuentro al Dios que ama y en el cual confía. Los aficionados ignoran que la fe no es tan anodina como se imaginan, pues de las pasiones, el odio y el amor son las más potentes, estallan como un volcán airado cuando se les despierta del sueño de la inconsciencia. Al creyente le sobran motivos para jugarse el tipo y apostar la vida. Los mártires se engendran en la fe, no en el dinero. Sólo brinda el que está dispuesto a arriesgarlo todo, como el lancero o el espada. ¿El ofrecimiento de Cristo al Padre para la remisión de los pecados no constituye también una oblación en forma de brindis? 

Este primer domingo de adviento, tiempo de preparación para la navidad, es una oportunidad para que avivemos la fuerza de nuestra fe, para que se convierta en testimonio de vida y no se quede en simple palabrería hueca y farisaica. Cuántos católicos se avergüenzan de serlo y no son capaces de santiguarse en un restaurante para bendecir los alimentos o se quedan callados cuando en los corros sociales se habla contra la Iglesia, el Papa o la doctrina en la cual fueron bautizados. Cuando el cristiano se comporta como cristiano, convence siempre.  

La fuerza de la fe es lo que hace que una persona saque lo mejor de sí, como si de una segunda naturaleza se tratara, y se supere hasta alcanzar el heroísmo, la santidad o el martirio.