Reflexiones Bíblicas
San Juan 16,12-15

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."

COMENTARIOS

Si quieres orar en tu corazón y no te sientes capaz, conténtate con decir la oración con los labios, y procura tener tu espíritu atento a lo que dices. Poco a poco el Señor te dará la gracia de la oración interior, y sabrás orar sin distraerte. No busques llegar a la oración del corazón a través de medios técnicos; con ellos dañarás tu corazón, y al final, no harás más que orar con los labios. Reconoce cómo has de ordenar tu vida espiritual: Dios concede sus dones al alma humilde y sincera. Sé obediente, conserva en todo la medida adecuada, en la comida, en las palabras, en todo lo que emprendas. Entonces será el mismo Señor quien te dará la gracia de la oración interior…

El silencio espiritual nace del deseo de cumplir el mandato de Cristo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas" (Mc 12,33). Este silencio viene suscitado por la búsqueda del Dios viviente por aquel que quiere liberarse de las tentaciones de este mundo para encontrar al Señor en la plenitud del amor, para vivir en su presencia por la oración pura. Señor, ¿cómo podría no buscarte? ¡Te has revelado a mi alma de manera tan increíble! La has hecho prisionera de tu amor y no puede olvidarte. En efecto, de repente, por el Espíritu Santo, el alma reconoce al Señor; ¿quién puede describir este gozo y esta consolación? El Santo Espíritu actúa en el hombre todo entero, en su inteligencia, alma y cuerpo; de esta manera Dios es reconocido en la tierra tal como lo es en el cielo. El Señor, en su infinita bondad, me ha concedido esta gracia, a mí que soy un pecador, para que los hombres le conozcan y se vuelvan a Él.

San Silvano (1866-1938), monje ortodoxo