Reflexiones Bíblicas
San Lucas 9, 7-9

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: "A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas? Y tenía ganas de verlo.

COMENTARIOS

La persona de Jesús no pasa inadvertida para el rey Herodes. Su predicación, los signos que le acompañan, la autoridad sobre los espíritus del mal, la curación de los enfermos, la capacidad de convocación y convicción, pero sobre todo la coherencia de vida, suscitan curiosidad, inquietud e incomodidad. Herodes no tiene su conciencia tranquila, tanto por sus actos de corrupción como por el crimen cometido contra Juan el Bautista. Parece que la fama de Jesús le inquieta y hasta le molesta. Ahí radica su intención de conocerlo. Posiblemente no para aplaudirle o seguirlo, sino para neutralizarlo y controlarlo. Cuando alguien se toma en serio el mensaje de Jesús siempre despertará inquietudes, sospechas, interrogantes. Así ha sucedido con muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia de la Iglesia: confesores, mártires, maestros, misioneros, santos que han hecho del Evangelio su proyecto de vida y se han tornado molestos para el orden establecido, tanto civil como religioso. Teniendo como punto de referencia este pasaje que nos ofrece Lucas, preguntémonos si como creyentes provocamos cuestionamiento en quienes nos ven y escuchan, o si, por el contrario, nuestra vivencia del Evangelio es demasiado desteñida e incoherente.