Reflexiones Bíblicas
San Lucas 10, 1-12Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y
dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde
pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad,
pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No
llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie
por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero
merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo
que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros
el reino de Dios."
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el
polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre
vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios."
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo."
COMENTARIOS
Las instrucciones que les da Jesús describen el ambiente contrario que
encontrarán para llevar a cabo la misión (Lc 10,3) y que los discípulos tendrán
que enfrentar.
Sin embargo llama la atención el resto de las instrucciones del Maestro: Nada
material es necesario. La urgencia de su misión exige que vayan bien ligeros de
equipaje; sin perder tiempo con los que rechazan su mensaje. La cosecha está
madura y es menester que sea reunida en los graneros del reino de Dios. Su tarea
es llevar el mensaje de la paz, el perdón y la esperanza. Tienen que proclamar
"que el reino de Dios está por llegar". El sustento de la misión no está en las
cosas materiales ni en los mejores proyectos, sino en la fuerza de la Palabra:
"ser llamados y enviados".
Toda comunidad debe ser esencialmente misionera. La misión, si se hace bien,
encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea
su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los
enviados, empleando todo tipo de procedimientos legales. Los enviados están
indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado
de los pobres. «No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la
misión de los Doce, Jesús insiste en que los enviados no confíen en los medios
humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a
los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente
(vv. 5-9a). La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado
a vosotros el reinado de Dios» (10,9b). Empieza un orden nuevo, cuyo estallido
tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La
comunidad ya tiene experiencia de ello.