Reflexiones Bíblicas
San Lucas 11, 37-41

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo."

COMENTARIOS

Durante su camino Jesús es invitado a la mesa. La primera comida era la del mediodía, que procedía de la usanza romana. Importantes enseñanzas se refieren aquí como conversaciones habidas junto a la mesa. Los fariseos daban gran importancia a las prescripciones relativas a la pureza legal. Antes de comer había que lavarse prolijamente las manos (Mc 7,2). La vajilla de comer y beber se limpiaba con un cuidado escrupuloso. Jesús no se atiene a la prescripción de lavarse las manos, de lo que se extraña el fariseo que lo había invitado. El que realmente quería pasar por religioso debía ante todo cumplir con las prescripciones de los fariseos sobre la pureza cabal. De la crítica sobre su comportamiento toma pie Jesús para hablar de la pureza delante de Dios. ¿Quién es puro ante la presencia divina? Los fariseos tenían por tal al que observaba las prescripciones rituales. De la pureza moral se preocupaban muy poco. Por afanarse en lo exterior pero no por lo interior, descuidando así la conciencia, los fariseos obran como insensatos; como gentes que no poseen la verdadera sabiduría; que no reconocen a Dios y lo descuidan. Lo que Dios quiere del ser humano es un corazón puro; y el corazón se purifica mediante la práctica del amor fraterno.