Reflexiones Bíblicas
San Lucas 18, 1-8Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los
discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta
parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los
hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme
justicia frente a mi adversario"; por algún tiempo se negó, pero después se
dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está
fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara"". El Señor
añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a
sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les
hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta
fe en la tierra?
COMENTARIOS
Es preciso que no restrinjas tu oración a la sola petición en palabras. En
efecto, Dios no necesita que se le hagan discursos; sabe, aunque no le pidamos
nada, lo que nos hace falta. ¿Qué hay que decir a esto? La oración no consiste
en fórmulas: engloba toda la vida. «Por tanto, ya comáis, ya bebáis, dice el
apóstol Pablo, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.»
(1C 10,31). ¿Estás en la mesa? Ora: al tomar el pan, agradece a quien te lo ha
concedido; bebiendo el vino, acuérdate del que te ha hecho este don para alegrar
tu corazón y solazar tus miserias. Acabada la comida, no te olvides de tu
bienhechor. Cuando te pones la túnica, agradece al que te la ha dado; cuando te
pones tu manto, muestra tu afecto a Dios que nos provee de vestidos adecuados
para el invierno y para el verano, y para proteger nuestra vida.
Acabado el día, agradece a aquel que te ha dado el sol para trabajar durante el
día y el fuego para iluminar la noche y proveer nuestras necesidades. La noche
te da motivos para la acción de gracias; mirando el cielo y contemplando la
belleza de las estrellas, ora al Señor del universo que ha hecho todas las cosas
con tanta sabiduría. Cuando contemplas a la naturaleza dormida, adora a aquel
que con el sueño nos alivia de todas nuestras fatigas y, a través de un poco de
descanso, devuelve el vigor a nuestras fuerzas.
Así orarás sin descanso, si tu oración no se contenta con fórmulas y si, por el
contrario, te mantienes unido a Dios a lo largo de toda tu existencia, de manera
que hagas de tu vida una incesante oración.
San Basilio (hacia 330-379), monje y obispo de Cesarea, en Capadocia, doctor de
la Iglesia