Reflexiones Bíblicas
San Lucas 21, 1-4

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: "Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra; pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir".

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La viuda que llega a depositar su óbolo era pobre y, por consiguiente, despreciada; tan pobre, quizás, como la viuda a quien el profeta Elías pidió un trozo de pan, y sólo tenía un puñado de harina y un poco de aceite para amasarlos antes de morir con su hijo (1Re 17,10-12). Según el juicio de Dios, la viuda pobre dio más que los ricos. Su óbolo es pequeño, pero al mismo tiempo grande: ha dado todo lo que tenía. Pone su vida en manos de Dios sin preocuparse ansiosamente. Forma parte de aquéllos que son llamados bienaventurados y que viven de las palabras de Jesús. En ella está representado el pueblo de Dios. Este es pobre y carece de apoyo jurídico, pero da lo poco que tiene. No se apoya en los bienes ni en el poder, sino en el Padre. Así vive la Iglesia primitiva en Jerusalén: "Y todos los creyentes, a una, tenían todas las cosas en común, y vendían sus posesiones y sus bienes, y los repartían entre todos según las necesidades de cada cual. Diariamente perseveraban unánimes en el templo, partían el pan por las casas..." (Hch 2,44-47). La Iglesia es la comunidad de los pobres, pequeños y despreciados, pero que son grandes delante de Dios.