Reflexiones Bíblicas
San Lucas 21, 34-36Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Tened cuidado: no se os embote la
mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de
repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la
tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por
venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre."
COMENTARIOS
«Haced esto en memoria mía. Todas las veces que comáis de este pan y bebáis de
este cáliz, anunciáis mi muerte, proclamáis mi resurrección». Hacemos memoria,
pues, Señor de los sufrimientos de Cristo que nos dan la salvación, de su cruz
que nos da la vida, de su estancia en el sepulcro durante tres días, de su
resurrección de entre los muertos, de su ascensión al cielo, de su presencia a
tu derecha, oh Padre, y de su segunda venida, gloriosa y temible, ofreciéndote
lo que te pertenece de todas estas cosas que son tuyas.
En todo y por todo, te cantamos, te bendecimos, te damos gracias, Señor, y te
rogamos, Dios nuestro. Por eso, Señor santísimo, nosotros que hemos sido
considerados dignos de servir a tu altar santísimo, no por nuestro méritos,
porque nada bueno hemos hecho sobre la tierra, sino a causa de tu bondad y de
tus sobreabundantes misericordias, nos atrevemos a acercarnos a tu altar, te
ofrecemos el sacramento del cuerpo santo y de la sangre sagrada de tu Cristo. Te
pedimos y te invocamos, oh Santo de los Santos: que por tu bondad y tu
benevolencia tu Espíritu venga sobre nosotros y sobre los dones aquí presentes,
que él los bendiga y santifique, que consagre este pan en el precioso cuerpo de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo (el diácono dice: Amén) y este cáliz en la
preciosa sangre de nuestro Señor y salvador Jesucristo (el diácono dice: Amén)
derramada para dar vida al mundo. (El diácono dice: Amén).
Que todos nosotros que participamos en el único pan y en el único cáliz, estemos
unidos unos y otros en la comunión del Espíritu Santo, y que ninguno de entre
nosotros no participe del santo cuerpo y de la sangre sagrada de tu Cristo para
su juicio o su condenación, sino que encontremos gracia y misericordia, con
todos los santos que desde los comienzos te fueron agradables... Concédenos
poder glorificarte y aclamarte con una sola voz y un solo corazón tu nombre
adorable y maravilloso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre y por
los siglos de los siglos. Amén.
La Divina Liturgia de san Basilio (siglo IV)
Plegaria eucarística, 2ª parte