Reflexiones Bíblicas
San Marcos 6,45-52Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
Después que se saciaron los cinco mil hombres,
Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le
adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y
después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar.
Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra.
Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la
madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de
largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y
dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige en
seguida la palabra y les dice: "Ánimo, soy yo, no tengáis miedo." Entró en la
barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues
no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.
COMENTARIOS
Venciendo la resistencia de los discípulos (obligó), Jesús los aleja
inmediatamente, evitando que sigan en contacto con la multitud. Una vez que ésta
ha aceptado plenamente el mensaje, no debe experimentar de nuevo el influjo de
los discípulos, que siguen suscitando el deseo de la restauración de Israel.
La barca es figura de la misión, y Jesús los envía a Betsaida, fuera de los
límites de Israel, en la orilla norte del lago. Deben ir por segunda vez a
tierra pagana (4,35-5,1) para ver si se abren a la universalidad. Jesús va a
despedir a la multitud: la había acogido para enseñarle (8,34); ya que ha
captado el mensaje, ahora, por su propia iniciativa, tiene que vivirlo y
difundirlo. Jesús no pretende tenerla bajo tutela.
Es la segunda vez en este evangelio que Jesús ora; como en 3,13, el monte es
símbolo de la esfera divina (elevado) en contacto con la historia humana
(radicado en la tierra); indica, de manera figurada, la esfera humano-divina en
que vive y actúa Jesús. Como en otro tiempo en Cafarnaún (1,35), los discípulos
interpretan mal su ser y su misión; la petición a Dios por ellos es muy
necesaria en este momento, en que los envía a una misión fuera de Israel. En la
misión pasada habían fracasado (4,35-5,1), quiere que no fracasen en ésta.
El dato temporal caída la tarde tiene un valor figurado: la falta de luz señala
la incomprensión de los discípulos (4,35, cf. 1,32); la expresión en medio del
mar aparece en contextos relativos al éxodo de Egipto (Ex 14,16.22.23.24; Neh
9,11) e indica aquí que al enviarlos hacia Betsaida
Jesús pretende sacar a los discípulos del país judío, tierra de opresión; salir
del territorio judío significa abandonar las categorías del judaísmo. La barca
estaba en medio del mar, estática: el éxodo está en suspenso, sin eficacia.
Jesús ve la situación en que se encuentran, pero no acude en seguida; deja que
experimenten su propia dificultad para cumplir la orden que les ha dado. El
obstáculo que impide a los discípulos avanzar es el viento, que, como en la
travesía anterior (4,37), es figura de su mala actitud, de su propia resistencia
interior; de hecho, Jesús ha tenido que obligarlos a emprender el viaje (6,45).
Se han embarcado en contra de su deseo de permanecer en territorio judío, donde,
apoyados por la multitud, se ofrecía la posibilidad de comenzar un movimiento
popular de signo reformista.
Había dos maneras de dividir la noche: una, propia de los judíos, la dividía en
tres partes; la otra, propia de los romanos, en cuatro (cf. 13,35). La expresión
el último cuarto de la noche supone la división romana y pone la escena en el
contexto de la misión entre los paganos, conforme a lo que indicaba el destino
señalado por Jesús, Betsaida (6,45).
La primera travesía terminaba con la pregunta que se hacían los discípulos:
«¿Quién es éste, que hasta el mar y el viento le obedecen?» (4,41); ahora quiere
Jesús responder a ella. Con objeto de vencer el apego de los discípulos a la
tradición judía, a la que atribuyen autoridad divina, quiere mostrarles su
condición de Hombre-Dios, que garantiza la verdadera autoridad divina de su
mensaje. Jesús se acerca a los discípulos. Caminar sobre el mar se consideraba
propio y exclusivo de Dios (Job 9,8: «Sólo él... camina sobre el dorso del
mar»).
La condición divina de Jesús está subrayada por la frase siguiente: con
intención de pasarlos, que alude a Ex 33,22s, donde se narra la manifestación de
Dios a Moisés (cf. Ex 34,6).
Los discípulos no pueden concebir que un hombre tenga la condición divina (cf.
4,41). Reconocen a Jesús (al verlo), pero la calidad de Hombre-Dios que se
manifiesta en él no puede para ellos ser real, y lo consideran una aparición. Lo
que ven los agita y los perturba (gritos), porque amenaza sus seguridades,
poniendo en cuestión los ideales nacionalistas del judaísmo con que ellos se
identifican.
La manifestación no consigue su objetivo, y Jesús les habla inmediatamente,
mostrando ahora su condición divina en las palabras que pronuncia, en particular
con lá fórmula yo soy, que indica en el AT la presencia salvadora de Dios (Dt
32,39; Is 41,4; 43,10; 52,6) y con la exhortación no temáis que aparece en
textos de manifestación divina (Gn 15,1; Jos 8,1; Dn 10,12.19). Es el segundo
intento que hace Jesús para que los discípulos comprendan: quiere darles
confianza, disipando su miedo; no es una aparición ni representa una amenaza
para ellos. Es el de siempre, el que, por su amor (3,13), ha constituido con
ellos el Israel definitivo.
Jesús sube a la barca. Por el mero hecho de estar con ellos, el viento cesó (cf.
4,39), es decir, su presencia y su palabra invalidan los fundamentos de la
postura de los discípulos. Ya no pueden sostener que era una aparición: están
ante un Jesús que se ha manifestado como Hombre-Dios. Quedan estupefactos y
desconcertados ante lo inexplicable. No tienen argumentos que oponer, pero no
rectifican. El episodio de los panes no les ha enseñado la calidad mesiánica de
Jesús, antes al contrario, la esperanza de triunfo los ha fijado aún más en las
categorías del judaísmo. La obcecación (cf. 3,5, de los fariseos) corresponde al
viento contrario (48).