Reflexiones Bíblicas
San Marcos 1,21-28Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron
en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se
quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino
con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un
espíritu inmundo, y se puso a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?
¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios." Jesús lo
increpó: "Cállate y sal de él." El espíritu inmundo lo retorció y, dando un
grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Este
enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le
obedecen." Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la
comarca entera de Galilea.
COMENTARIOS
En la enseñanza de Jesús perciben los oyentes la fuerza del Espíritu; la
reacción es favorable, pues reconocen en él la autoridad de un profeta, que,
como consecuencia, provoca el desprestigio de la enseñanza habitual de los
letrados. Jesús los libera de su dependencia de los maestros oficiales.
Entre los fieles de la sinagoga hay, sin embargo, quien se identifica de manera
tan fanática con la enseñanza de los letrados, que no tolera que la autoridad
doctrinal de éstos se ponga en entredicho. Para señalar el fanatismo usa Mc la
expresión estar poseído por un espíritu inmundo (en oposición a «Espíritu
Santo»); esta fuerza que despersonaliza al hombre e impide todo espíritu crítico
es, en concreto, una ideología contraria al plan de Dios, aquí la propuesta por
la institución religiosa, que fomenta la idea de la superioridad de Israel y el
consiguiente desprecio de los demás pueblos; el poseído es un hombre enteramente
alienado por la adhesión fanática a esa ideología y sale en defensa de los
letrados / institución (24).
El individuo no puede negar la autoridad divina de Jesús (profeta), pero no
admite que ésta pueda oponerse a la autoridad, para él también divina, de la
institución religiosa y de su doctrina. Reprocha a Jesús que no se ponga de
parte de la institución y no abrace sus ideales (¿Qué tienes tú contra
nosotros?... ¿has venido a destruirnos?). Al llamarlo Nazareno le indica que,
según su origen, debería profesar las ideas nacionalistas (cf. 1,9); tienta a
Jesús (primera vez que se realiza la tentación del poder, cf. 1,13) para que
ponga su autoridad al servicio del sistema, aceptando el papel de Mesías
nacionalista (el Consagrado por Dios). Jesús lo corta en seco y, a pesar de su
resistencia, lo libera de su fanatismo, es decir, logra convencerlo de lo
erróneo de su postura.
Admiración y desconcierto de los presentes: Jesús no acepta el papel de mesías
nacionalista, pero no ha explicitado otro programa. La fama de Jesús prepara su
actividad posterior.