Reflexiones Bíblicas
San Marcos 1,40-45

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

COMENTARIOS

El leproso es marginado por su enfermedad, consecuencia de su pecado, según la tradición judía. La lepra era la mayor muralla social y, al mismo tiempo, una enfermedad que sólo Dios podía curar ante la petición humilde del "impuro". Jesús no repara en tocar lo intocable y, en lugar de quedar contaminado, comunica su propia "pureza". El segregado queda reintegrado. Es un gesto grandioso y revelador. El leproso es invitado a no proclamar su curación, pero en cambio se convierte en testigo de la acción de Jesús y anuncia abiertamente la acción liberadora de que ha sido objeto.

Jesús tiene el poder de integrar en su ministerio a todos y a todo; rompe todos los esquemas de marginación; su práctica pretende abolir las fronteras que dividen a los hombres.

El discipulado no se puede convertir en un grupo cerrado de "elegidos", sino más bien tiene que saber descubrir todos ambientes de marginación que la sociedad va creando. Su misión será reintegrar a todos para que sean partícipes de la misericordia de Dios, que siempre está dispuesto a ir en busca de la oveja perdida para regresarla al redil.