Reflexiones Bíblicas
San Juan 3,1-8

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él." Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios." Nicodemo le pregunta: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu."

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La sociedad humana alternativa que Jesús propone (3,3: el reino de Dios) no se formará por la imposición de una Ley externa, que, privando al hombre de libertad e iniciativa, lo mantiene en el infantilismo, sino por la creación de un hombre nuevo, adulto, que obra movido por un principio interior. Esto supone una ruptura con el pasado y el comienzo de una vida de calidad diferente. La palabra griega que se traduce por de nuevo tiene un doble sentido: de nuevo / de arriba, y con él juega el evangelista: ese nuevo nacimiento no es como el primero; tiene que ver con la esfera de Dios.

La reacción irónica de Nicodemo muestra su total incomprensión. Interpreta las palabras de Jesús como si se tratara de regresar al principio de esta misma vida (entrar por segunda vez en el seno de su madre), para volver a empezar otra vez como antes. No concibe que el hombre pueda cambiar desde dentro y comenzar una vida distinta, como propone Jesús; para Nicodemo, el hombre ha de ser gobernado por la imposición de una norma externa. No cree en las posibilidades del ser humano.

Jesús insiste: el nuevo nacimiento consiste en nacer de agua y Espíritu, es decir, del agua que es el Espíritu. El símbolo del Espíritu, en cuanto fuerza de amor, ha sido antes el vino (Caná: 2,3.9.10); ahora, en cuanto principio de vida, es el agua. Jesús afirma que sin la nueva vida que da el Espíritu y que potencia al hombre no puede establecerse el reino de Dios. Quien se mantiene en un régimen de Ley, mediatizado por normas externas y sin llegar a actuar movido por el impulso interno que Dios da, no ha comprendido lo que es el reino de Dios ni realmente vive en él.

De la carne nace carne, es decir, de lo humano y caduco nace lo débil y transitorio, en este caso el hombre incompleto, no acabado; con esto indica Jesús a Nicodemo que el régimen de la Ley, que no cambia al hombre internamente, lleva al fracaso. Del Espíritu nace espíritu, de lo divino y permanente nace lo fuerte y definitivo, el hombre con su nueva capacidad de amar, umbral de la plenitud humana; el Espíritu transforma al hombre.

El viento-Espíritu sopla donde quiere, es decir, el reinado de Dios no conoce fronteras, su campo de acción es imprevisible y no tiene por qué limitarse a Israel; no hay barreras étnicas ni pueblos elegidos. Y, paralelamente, el hombre que ha nacido del Espíritu y se mueve por el impulso interno de amor, es inclasificable, no puede ser encasillado en las categorías convencionales, porque su modo de proceder no está prefijado por códigos humanos.

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