Reflexiones Bíblicas
San Marcos 16,15-20

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos."
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

COMENTARIOS

El Señor de todas las cosas ha dado a sus apóstoles el poder de proclamar el Evangelio. Y es por ellos que nosotros hemos conocido la verdad, es decir, la enseñanza del Hijo de Dios. Es a ellos a quienes el Señor ha dicho: «El que a vosotros escucha, a mí me escucha; el que os rechaza a mí me rechaza y rechaza al que me ha enviado» (Lc 10,16). Porque nosotros no hemos conocido el plan de nuestra salvación por otros sino por aquellos que han hecho llegar el Evangelio hasta nosotros.
Primeramente ellos predicaron este Evangelio. Después, por voluntad de Dios, nos lo transmitieron en las Escrituras para que llegue a ser «el pilar y el sostén» de nuestra fe (1Tm 3,15). No se puede decir, como lo pretenden algunos que se jactan de ser los correctores de los apóstoles, que éstos predicaron antes de alcanzar el conocimiento perfecto. En efecto, después que nuestro Señor hubo resucitado de entre los muertos y que los apóstoles fueron «revestidos con la fuerza de lo alto» (Lc 24,49) por la venida del Espíritu Santo, fueron llenos de una certeza total respecto de todo y poseyeron el conocimiento perfecto. Entonces se marcharon «hasta los confines de la tierra» (Sl 18,5; Rm 10,18) proclamando la Buena Noticia de los bienes que nos vienen de Dios y anunciando a los hombres la paz del cielo. De manera que todos por igual y cada uno en particular poseían el Evangelio de Dios.

San Ireneo de Lión (hacia 130-208), obispo, teólogo y mártir

 

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