Reflexiones Bíblicas
San Juan 6,35-40

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día."

COMENTARIOS

Jesús se había presentado como dador de pan; ahora se identifica Él mismo con el pan (Yo soy el pan de la vida). Él es el don continuo del amor del Padre a la humanidad.

Comer ese pan significa dar la adhesión a Jesús, asimilarse a Él; es la misma actividad formulada antes en términos de trabajo (vv. 27.29). La unión a Él comunica a los hombres la vida de Dios. Él es el alimento que Dios ofrece a los hombres, con el que se obtiene la calidad de vida que los encamina a su plenitud.

La adhesión a Jesús satisface toda necesidad y toda aspiración del hombre (el que me come nunca pasará hambre, el que me da su adhesión nunca pasará sed), porque no lo centra en la búsqueda de su propia perfección, sino en el don de sí mismo. Mientras la perfección tiene una meta tan ilusoria y tan lejana como el ideal que cada uno se fabrique, el don de sí mismo es concreto e inmediato y sus metas se van alcanzando con la práctica de cada día, pudiendo llegar al extremo, como en el caso de Jesús. Con la búsqueda de la perfección el hombre va edificando su propio pedestal; con la adhesión a Jesús, se pone al servicio de los demás y crea la igualdad en el amor.

Han tenido delante a Jesús, pero no descubren el sentido de su acción ni la calidad de su persona; en el hombre no ven al Hijo. Desean el pan, pero no dan el paso, no se acercan a Él. Quieren un don suyo, pero no el de su persona; se mantienen a distancia. Pretenden separar el don del amor que contiene, haciéndole perder su sentido. Quieren recibir, pero se niegan a amar.

El Padre entrega los hombres a Jesús. Esto significa que el anhelo de vida que el Padre, como Creador, ha puesto en lo más íntimo de los seres humanos, encuentra respuesta plena sólo en Jesús. Por eso Éste acoge a todo el que se le acerca y lo mantiene consigo (no lo echo fuera), pues su designio es el mismo del Padre, dar al hombre plenitud de vida.


 

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