Reflexiones Bíblicas
San Juan 6,52-59

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre." Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

COMENTARIOS

El "discurso del pan de vida" es central en el evangelio de Juan. Jesús se revela como "verdadera comida y verdadera bebida". Una vez más, Juan utiliza el lenguaje equívoco para comunicar el mensaje profundo de Jesús. Los oyentes de Éste no alcanzan a entender que hace referencia a la comida y la bebida como participación en los bienes mesiánicos que Él mismo ofrece. Es verdad que la referencia de Jesús a la comida y la bebida evoca inmediatamente el alimento físico necesario para nutrir el cuerpo y dar la vida. Pero el Maestro se vale de esta realidad cotidiana y necesaria del ser humano para proponer la comida y bebida verdaderas que implica entrar en comunión con Él. De tal manera que la relación del creyente con Jesús no depende de una simple adhesión de orden ideológico o emocional. Esta relación implica alimentarse con su misma persona, que es la auténtica Palabra del Padre; dejar que la Palabra cobre vida y fuerza en el interior del creyente.

¿Cómo vives la auténtica comunión con Jesús? ¿Es una adhesión meramente sentimental, emotiva, superficial y momentánea? La comunión con Jesús, ¿te lleva a un compromiso fiel y radical con el reino?

Comer y beber significan asimilarse a Jesús, aceptar y hacer propio el amor expresado en su vida (su carne) y en su muerte (su sangre).No hay realización para el hombre (no tenéis vida en vosotros) si no es por la asimilación a Jesús; el Espíritu que se recibe lleva a una entrega y a una calidad humana como la suya.