Reflexiones Bíblicas
San Juan 6,60-69

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen." Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede."

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios."

COMENTARIOS

El maná era saboreado por cualquiera que lo comía, y no obstante, de manera diferente según el apetito de los que lo comían, pero nunca nadie agotó su sabor, porque poseía más sabores de los que la variedad de gustos de los israelitas juntos podían apreciar (Sab 16,20-21). Nosotros vamos a ver y saborear allá arriba, en el cielo, toda la Divinidad, pero jamás ningún bienaventurado ni todos juntos le verán ni saborearán totalmente...
Es a semejanza de los peces que gozan de la grandeza increíble del océano y, sin embargo, jamás ningún pez, ni toda la multitud de peces, no ha visto todas las playas ni ha mojado sus escamas en todas las aguas del mar. Y los pájaros gozan a su gusto en la inmensidad del aire, pero jamás ningún pájaro ni todas las razas de pájaros que existen no ha batido sus alas en todos los rincones del aire ni ha llegado a la región superior de éste. Nuestros espíritus, a su gusto y según la amplitud de sus deseos, navegarán en el océano y volarán por el aire de la Divinidad, y se gozarán eternamente al ver cuán infinito es el aire, cuán amplio el océano, que no puede ser medido por sus alas, y que gozarán sin reservas ni excepción alguna de todo este abismo infinito de la Divinidad, y, no obstante no podrán jamás igualar su gozo a este infinitud, la cual permanece siempre infinitamente infinita por encima de su capacidad.

San Francisco de Sales