Reflexiones Bíblicas
San Juan 12,44-50

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: "El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre."

COMENTARIOS

No existe diferencia entre Jesús y el Padre, pues la persona y actividad de Jesús explican lo que es Dios (1,18). No se conoce a Dios si no se acepta a Jesús; no hay más Dios que el que se ve en Jesús: el Padre que está en favor del hombre. Hay que renunciar a toda idea preconcebida de Dios. Éste se ha manifestado plenamente sólo en Jesús, a quien ha comunicado la plenitud de su gloria-amor (1,14).

Jesús es la luz de la vida y saca de las tinieblas de la muerte, es decir, del ámbito dominado por los enemigos del hombre; en Israel, del sistema político-religioso judío. La adhesión a Jesús es la alternativa a la opresión, cuyo instrumento es la ideología (tiniebla), que extingue en el hombre la aspiración a la plenitud.

Las exigencias de Jesús son vida (6,63). Por oposición a las de Moisés, son las verdaderas exigencias de Dios; la prueba es que comunican el Espíritu (3,34). Jesús las ha propuesto, pero respeta la libertad del hombre; la respuesta al amor ha de ser libre.

No da sentencia, porque su misión es salvar (3,17) comunicando vida (10,10). El amor que vivifica se convierte en norma de conducta para el hombre que lo experimenta: ésa es la exigencia de Jesús.

Quien no hace suya esa exigencia, es decir, quien no se compromete a amar, a ser solidario con los demás, él mismo se malogra, porque no se realizará nunca como hombre; frustra en sí el proyecto de Dios. Ésa es su sentencia, dictada por él mismo. Jesús es pura oferta de salvación: el amor de Dios abarca a la humanidad entera (3,16) y a todos ofrece vida en su Hijo. Subraya Jesús la libertad del hombre: Dios no se impone; el ser humano es responsable de su suerte.

Quien rechaza a Jesús renuncia a la plenitud de vida. El mismo ofrecimiento gratuito que hace Jesús será testigo en contra del que no lo acepte. Al no hacer caso al mensaje de la vida, quedará sin ella.