Reflexiones Bíblicas
San Juan 14,27-31aAutor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y
vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre,
porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros,
pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí,
pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que
el Padre me manda yo lo hago."
COMENTARIOS
Pertenece a todo creyente ser, en el mundo de hoy, un destello luminoso,
un foco de amor y fermento para toda la masa (Mt 5,14; 13,33). Cada uno lo
será según la medida de su unión con Dios. La paz no reinará entre los
hombres si no reina primero en cada uno de ellos, si cada uno no guarda en
sí mismo el orden querido por Dios... En efecto, se trata de una empresa
demasiado sublime y demasiado elevada para que su realización dependa del
poder del hombre dejado a sus solas fuerzas, aunque, por otra parte, tenga
la más laudable buena voluntad. Para que la sociedad humana pueda llegar a
ser la imagen más perfecta del reino de Dios, es absolutamente necesario el
auxilio de lo alto...
Cristo, por su Pasión y por su muerte venció el pecado –fuente y
principio de todas las divisiones, de todas las miserias y de todos los
desequilibrios... «Porque Él es nuestra paz... Él, que vino a anunciaros la
paz a vosotros que estabais lejos, y la paz a los que estaban cerca» (Ef
2,14s). En la sagrada liturgia de estos días resuena este mismo anuncio:
«Cristo resucitado presentándose en medio de sus discípulos, los saludó
diciendo: La paz sea con vosotros. Aleluya. Y los discípulos se gozaron al
ver al Señor» (cf Jn 20, 19s). Cristo nos ha traído la paz, nos ha dejado la
paz: «La paz os dejo, mi paz os doy. No la doy como la da el mundo».
Pidamos, pues, con instantes súplicas al Redentor, esta paz que Él mismo
nos trajo. Que Él borre de los hombres todo lo que pueda
poner en peligro esta paz y transforme a todos en testigos de la verdad, de
la justicia y del amor fraterno. Que ilumine con su luz la mente de los que
gobiernan las naciones... Que Cristo encienda las voluntades de todos para
echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para
estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la mutua
comprensión, en fin para perdonar los agravios. Así, bajo su acción y
amparo, todos los pueblos se aúnen como hermanos y florezca entre ellos y
reine siempre la anhelada paz.
Beato Juan XXIII (1881-1963), papa