Reflexiones Bíblicas
San Juan 15,1-8Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la
verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da
fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en
mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy
la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da
fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en
mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los
echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi
Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."
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Advertencia severa de Jesús, que define la misión de la comunidad.
Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro
tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el
hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la
comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del
mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del
dinamismo del Espíritu, es la condicion para que el hombre nuevo exista.
El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que
recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta:
es un sarmiento que no pertenece a la vid.
En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa
sentencia no es más que el refrendo de la que el hombre mismo se ha dado: al
negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la
reprobación de Dios (3,36). El sarmiento que no da fruto es aquel que
pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan,
pero no se asimila a Jesús.
Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un
desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina
factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y
más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende
acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de
nueva humanidad.