Reflexiones Bíblicas
San Juan 15,12-17Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos,
porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois
vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo
que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos
a otros."
COMENTARIOS 2009
La grandeza de la humanidad viene determinada
esencialmente por su relación con el sufrimiento y el que sufre. Esto es
válido tanto para cada uno como para el que sufre. Una sociedad que no
consigue aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir, mediante la
compasión, a hacer que el sufrimiento sea compartido y soportado
interiormente, es una sociedad cruel e inhumana... La palabra latina
«con-solatio», consolación, lo expresa de manera muy bella, sugiriendo un
«ser-con» en la soledad, que entonces ya no es soledad. La capacidad de
aceptar el sufrimiento por amor al bien, a la verdad y a la justicia, es
constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, en definitiva, si mi
bienestar personal, mi integridad son más importantes que la verdad y la
justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reina la
violencia y la mentira...
Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por
amor a la verdad y a la justicia; sufrir a causa del amor para llegar a ser
una persona que ama de veras, son elementos fundamentales de humanidad; su
abandono destruiría al mismo hombre. Pero una vez más surge la pregunta:
¿somos capaces de ello?... En la historia de la humanidad, la fe cristiana
tiene, precisamente, el mérito de haber suscitado en el hombre, de manera
nueva y más profunda, la capacidad de sufrir de esta manera que es decisiva
para su humanidad. La fe cristiana nos ha enseñado que la verdad, la
justicia y el amor no son simplemente ideales, sino realidades de una enorme
densidad. En efecto, nos ha enseñado que Dios –la Verdad y el Amor en
persona- ha querido sufrir por nosotros y con nosotros.