Reflexiones Bíblicas
San Lucas 2,41-51

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

San Lucas 2,41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedo en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
"Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados."
Él les contestó:
"¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?"
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.

COMENTARIOS

"El corazón es símbolo de amor e interioridad". Lucas, ante el cuadro del quinto misterio de gozo, concluye con una nota sobre el corazón de María: "guardaba todas estas cosas en su corazón". María es la mujer toda corazón. Esto significa que, aunque en su mente no entiende muchas cosas, ama, espera y cree. María aparece siempre en el Evangelio manifestando su total confianza y obediencia a los planes divinos. María es la mujer que se deja sorprender por Jesús. Esto demuestra su fina sensibilidad. María invita a recuperar esa capacidad de sorpresa y de admiración. El Dios de María es un Dios sorprendente, admirable, desconcertante. Finalmente, María revela esa dimensión profética de la pregunta: ¿por qué? No permanece callada ante el misterio, ante los acontecimientos difíciles. Le preguntó al ángel y le pregunta a su Hijo. Y con su Hijo se identificó cuando en la cruz Jesús también preguntó: ¿por qué? No se trata de mantener un silencio estéril; se trata de la inteligencia que, limitada ante el misterio de la vida, solicita una respuesta. De la pregunta humilde hecha oración viene la respuesta elocuente de un Dios que habla y se revela hasta en sus silencios.