Reflexiones Bíblicas

San Mateo 20,20-28

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

 

San Mateo 20,20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."

Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."

COMENTARIOS

El evangelio de hoy, en la fiesta de Santiago, además de insistir en que el discípulo debe correr la misma suerte del Maestro, nos muestra una gran diferencia con otros discipulados que se conocían entonces: el hebreo y el griego. En estos dos casos el discípulo era quien escogía al maestro, y lo hacía desde diversos criterios: posición social o económica, tendencia filosófica o religiosa, mayor o menor exigencia... Y se ponía al servicio del maestro incluso en los oficios más humildes o humillantes: limpiar su calzado, proveer de agua, preparar alimentos, llevar o traer recados, además de aprender y cumplir las enseñanzas que impartía el maestro. En el discipulado del reino promulgado y puesto en práctica por Jesús, hay un cambio radical: Es el Maestro quien escoge al discípulo, y es el Maestro el que sirve. Y hay una enseñanza fundamental entre los discípulos: es necesario servirse mutuamente. Hoy, quizás más que antes, lamentablemente se sigue compitiendo por el poder: en la sociedad, en la familia, en la propia Iglesia, en sus grupos apostólicos... Y a veces se va en una búsqueda afanosa de poder y prestigio a como dé lugar. Ojalá entre nosotros no sea así, y nos sirvamos unos de otros como el Señor nos ordenó.