Reflexiones Bíblicas

San Juan 12,24-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

 

San Juan 12,24-26

«Sí, os lo aseguro: Si el grano de trigo, una vez caído en la tierra, no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este es conservarse para una vida definitiva. E1 que quiera ayudarme, que me siga, y así, allí donde yo estoy, estará también el que me ayuda. A quien me ayude lo honrará el Padre».

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En esta declaración solemne y central explica Jesús cómo se producirá el fruto de la misión, suya y de los discípulos. No se genera vida sin dar la propia. La vida es fruto del amor y brota según la medida del amor. Amar hasta el fin es darse sin escatimar.

En la metáfora del grano que muere en la tierra, la muerte es la condición para que se libere toda la energía vital que contiene; la vida allí encerrada se manifiesta entonces de una forma nueva. Jesús afirma con esto que el hombre posee muchas más potencialidades de las que aparecen, y que solamente el don de sí hasta el fin las libera para que ejerzan toda su eficacia.

Jesús usa aquí una formulación extrema. En realidad, la muerte de que habla no es un suceso aislado, sino la culminación de un proceso de donación de sí mismo; se presenta como el último acto, que sella definitivamente la entrega continua. El dicho de Jesús implica que la fecundidad no depende de la transmisión de un mensaje doctrinal, sino de la práctica de un amor hasta el fin. El amor es el mensaje.

El temor a perder la vida es el gran obstáculo a la entrega. Poner límite al compromiso por apego a la vida es condenarla al fracaso, pues este apego lleva a todas las abdicaciones. Por el contrario, estar dispuesto a arriesgar la vida, desafiando la hostilidad de la sociedad injusta, no significa frustrar la propia existencia, sino llevarla a su completo éxito. Infundir temor es la gran arma del orden injusto. Quien no teme morir, lo desarma. Es totalmente libre y puede amar totalmente.

Ha advertido Jesús que el secreto de la fecundidad está en la entrega de la propia vida. Ahora invita a seguirlo en ese camino (el que quiera ayudarme, que me siga), es decir, colaborar en su misma tarea, aun en medio de la hostilidad y persecución. Es el mismo mensaje contenido en la exigencia de "comer su carne y beber su sangre" (6,35).

El lugar de Jesús (allí donde yo estoy) es el de la plenitud del amor que va a demostrar en la cruz, de donde brotará el fruto. El hombre libre creado por Jesús (8,32) es dueño de su vida y por eso puede darla como él. Posee su presente, y en cada ocasión puede entregarse al máximo. Eso precisamente significa "morir": no en primer lugar perder la vida porque otros la arrebaten, sino ir entregándola como don libre de sí. Esa entrega va comunicando vida a otros y acrecentándola en el hombre mismo. Con esta actividad de amor, el discípulo se va haciendo "hijo de Dios", y, aunque "el mundo" lo margine y le quite la honra, el Padre lo honrará acogiéndolo como a hijo suyo.

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