Reflexiones Bíblicas
San Lucas 6,6-11
Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Evangelio:
San Lucas 6,6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar.
Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los
fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué
acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo
paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio." Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: "Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado:
hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una
mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Él lo hizo, y su brazo
quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer
con Jesús.
COMENTARIOS
La mano que Adán había alargado para coger el fruto del árbol
prohibido, el Señor la impregnó de la savia saludable de las buenas obras, a fin
de que, secada por la falta, fuera curada por las buenas obras. En esta ocasión
Jesús acusa a sus adversarios que, con su falsas interpretaciones, violaban los
preceptos de la Ley; ellos defendían que en día de sábado era preciso no hacer
ni tan sólo buenas obras, siendo así que la Ley, que prefiguraba en el presente
lo que debía ser en el futuro, dice, ciertamente, que es el mal el que no debe
trabajar, pero no el bien...
Has oído las palabras del Señor: «Extiende el brazo». Este es
el remedio para todos. Y tú que crees tener sana la mano, vigila la avaricia,
vigila que el sacrilegio no la paralice. Extiéndela a menudo: extiéndela hacia
el pobre que te suplica, extiéndela para ayudar al prójimo, para socorrer a la
viuda, para arrancar de la injusticia al que ves sometido a una vejación
inmerecida; extiéndela hacia Dios por tus pecados. Es de esta manera que se
extiende la mano; es de esta manera que sana.
San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y
doctor de la Iglesia