Reflexiones Bíblicas

San Lucas 7,36-50

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio:  

San Lucas 7,36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora." Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte." El respondió: "Dímelo, maestro." Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?" Simón contestó: "Supongo que aquel a quien le perdonó más." Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente."

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama." Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados." Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."

COMENTARIOS

El fariseo Simón admira a Jesús, pero sus esquemas rígidos de la Ley le impiden entender una de las dimensiones fundamentales de su propuesta: la misericordia. Y así no sólo descalifica a su invitado, sino también a la mujer. La juzga excluyéndola de toda posibilidad de cambiar y reorientar su vida. Es a todas luces contradictorio pretender estar con Jesús cuando al mismo tiempo se excluye al ser humano por razones morales, económicas, políticas o religiosas. La unción que efectúa la mujer sobre Jesús nos revela la triple dimensión de toda acción misericordiosa: perdón, conversión y agradecimiento por el perdón recibido. La parábola del acreedor y los dos deudores ratifica la íntima relación que debe existir entre el perdón de los pecados y la acción de gracias. Al que más se le perdona es porque tiene un corazón abierto a la conversión y al agradecimiento.