Reflexiones Bíblicas

San Lucas 9,43b-45

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

 

San Lucas 9,43b-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: "Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres." Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

COMENTARIOS

«Entre la admiración general por todo lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros meteos bien esto en la cabeza: el Hombre va a ser entregado en manos de ciertos hombres"» (9,43b-44). Los discípulos deben cambiar de mentalidad; tienen que vaciarse la cabeza de las falsas esperanzas de liberación que han heredado de la tradición malsana de Israel, para así dar cabida a un mensaje crudo y humanamente inaceptable y decepcionante. Un Mesías entregado a los paganos será objeto del escarnio y de la burla de todos. Pero es inevitable que sea así, puesto que pretende cambiar la sociedad a partir de sus fundamentos más intangibles. Tienen que eliminarlo, porque constituye un estorbo para los poderosos. Su fracaso, no obstante, sólo es aparente. Lo es desde el punto de vista de los valores del mundo. Nadie puede contar con un Hombre que no acepta las reglas del juego de la sociedad, cifradas en el poder y en los medios violentos que lo pueden subvertir. Es una utopía pensar que pueda conseguir nada. Jesús quiere comunicar una experiencia nueva: la fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad del hombre que renuncia a seguir el juego ancestral de la humanidad dominada por los más fuertes.

«Pero ellos hicieron caso omiso de este mensaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido, y tenían miedo de preguntarle sobre el asunto» (9,45). De tres maneras distintas (todas las imaginables) nos dice el evangelista que los discípulos no entendieron nada de nada. El lenguaje de Jesús sigue siendo para ellos un lenguaje cifrado. No tienen experiencia alguna de el. El pasado glorioso de Israel les obstaculiza la comprensión de una alternativa de sociedad que pueda surgir de las cenizas del fracaso. Mientras vayamos por el mundo sin contar con el más que previsible fracaso, creyendo que impondremos el reino de Dios sirviéndonos del teclado luminoso que ha montado la sociedad para dominar los medios económicos y sociales a fin de imponer sus criterios, no podremos contar con la fuerza creadora y salvadora de Dios.

De momento es necesario «meterse en la cabeza» que el reino de Dios empieza con el fracaso más estrepitoso; es necesario programar de nuevo nuestro cerebro para llegar a comprender un día con nuestra propia cabeza que esto es posible. El entrenamiento es largo, duro y difícil. Hay que ir contra corriente.

La eucaristía del domingo debe servir para «recordar», «hacer memoria» de este gran fracaso del Mesías, en lugar de alienarnos con un falso sentido de cuerpo, convirtiéndonos en una legión de creyentes diferentes de los demás. Sólo así descubriremos que el reino de Dios no se construye a base del éxito y de estructuras monolíticas, sino a base de descubrir la fuerza que reside en las personas convencidas y en la irradiación en cadena de los que viven esta experiencia nueva.

No se trata de vivir de forma masoquista el fracaso por el fracaso, sino de aceptar la propia debilidad como señal de haber aceptado una nueva escala de valores que no se parece en nada a los valores que predica con tanto orgullo la sociedad de consumo.