Reflexiones Bíblicas

San Lucas 13,10-17

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

 

 San Lucas 13,10-17

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad." Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: "Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados." Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: "Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo llevaba a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?" A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

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Hasta ahora Jesús hablaba a los discípulos y a las multitudes que acudían a Él; ahora busca el lugar donde la gente se congrega, la sinagoga. El día de reunión, el sábado, connotaba a la vez el precepto del reposo, con la prohibición absoluta de cualquier clase de trabajo. La intención de Jesús no era de provocar a nadie, sino de enseñar: «Y mirad, una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse enderezar del todo» (13,11). ¿Qué hace en la sinagoga una mujer encorvada? ¿Por qué 'hacia dieciocho años'? Los rasgos con que es presentada sirven para una descripción del público sinagogal personificado por está 'mujer', puesta de relieve por la expresión «mirad». (Notad, en efecto, cómo el responsable de la sinagoga se dirigirá más adelante a «la multitud» invitándola, en plural, a 'hacerse curar' los días laborables.) El «espíritu de debilidad» (lit.) que le ha causado ese estado de postración es la enseñanza sinagogal sobre el precepto sabático. Jesús la libera con su enseñanza, «una nueva manera de enseñar, con autoridad» (cf. Mc 1,27; Lc 4,32): «Mujer, quedas libre de tu enfermedad» (13,12). Al aplicarle las manos, Jesús inaugura la teología de la liberación integral del hombre, remodelando la criatura y enderezando otra vez al rey de la creación.

La acumulación de preceptos, fruto de la casuística que emanaba de la Ley mosaica, representada aquí por el «precepto sabático», había reducido el espacio de libertad y pesaba como una losa sobre las espaldas de la gente, incapacitando al hombre de andar con la cabeza erguida. La cifra «dieciocho años», que se repite más adelante en boca de Jesús: «que Satanás ató hace ya dieciocho años» (13,16b), está íntimamente relacionada con el «sábado» (= día séptimo). Así lo evidencia la interpretación que formula «el jefe de sinagoga» a «la gente», «indignado porque Jesús había curado en sábado»: «Hay seis días en que se debe trabajar: venid, pues, esos días a que os curen, y no el sábado» (13,14b). Dieciocho es múltiplo de seis, y el número seis, los 'seis días laborables', recuerda los días de la creación y, en concreto, el sexto, el de la creación del hombre. Dios descansó el 'sábado'; también el hombre lo tiene que observar, argumentaban los representantes de la Ley. Desde el momento en que el Código sacerdotal (Gn 1,26-31) fijó «el día sexto» como el día de la creación del hombre, éste queda 'encorvado', 'sin poderse enderezar del todo', bajo el peso de la Ley del precepto sabático, día en que, según dicho Código (2,1-3), Dios 'reposó'.

La sumisión religiosa, representada por la mujer encorvada, era el principal impedimento con que tropezaba Jesús en el momento de enseñar. Era necesario primero liberar al hombre de toda imposición, sobre todo cuando ésta le ha sido formulada como de derecho divino (el «se debe» con que calificaba el 'trabajar en días laborables' el jefe de sinagoga era expresión, según el Código sacerdotal, del designio de Dios). Jesús califica de «hipócritas» a los responsables religiosos. Cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al asno y lo lleva a abrevar aunque sea en sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que desatarla de esta atadura el día del precepto sabático?» (13,15-16). El hombre no ha levantado cabeza desde el día de su creación, o mejor dicho, desde el día en que «Satanás», el adversario por antonomasia del plan de Dios, impuso bajo pena de pecado mortal la institución del 'sábado'. La historia lamentablemente se repite. (¿Hay mucha diferencia entre precepto dominical o 'sabático'?) Es más fácil hacer y deshacer con gente aborregada, que actuar por miedo al castigo, que con gente libre.

Jesús 'desata' a esta 'hija de Abrahán' (cf. 8,42.48.49) de las «ataduras» religiosas (como si se tratase de un animal) que le impedían disfrutar de la plena condición humana, devolviendo su dignidad al hombre, por encima del resto de la creación ('el buey o el asno'), a fin de que éste pueda escuchar con la cabeza bien alta la enseñanza sobre el reino que le impartirá de inmediato.