Reflexiones Bíblicas

San Lucas 13,18-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

 

 San Lucas 13,18-21
En aquel tiempo, decía Jesús: "¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas." Y añadió: "¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta."


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Contradiciendo los aires de grandeza de la enseñanza sinagogal, Jesús, después de referirse indirectamente a este pasaje («¿A qué se parece el reino de Dios?»), compara el reino de Dios con «un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto: creció, se hizo un árbol y los pájaros anidaron en sus ramas» (Lc 13,19). Propone algo completamente nuevo, «un grano de mostaza», e insignificante. Quienquiera que aspire a ver el reino de Dios ( la Iglesia) encumbrado y ufano, que se impone por la fuerza de sus instituciones, el hechizo de las estadísticas, la eficacia de sus miembros, se ha equivocado de época.
La parábola que tiene como protagonista a un «hombre» va seguida de la que tiene como protagonista a una «mujer»: la pareja humana es la base de la nueva comunidad. Al «huerto» corresponde ahora la «casa»: «¿Con qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer metió en medio quintal de harina; todo acabó por fermentar» (13,20-21). «Medio quintal de harina» representa toda la masa. Esta «levadura» (= doctrina) se opone a la de los fariseos (= la hipocresía: cf 12,1). El reino de Dios ha de incidir profundamente en la sociedad, pero no a base de la fuerza, el poder, la eficacia, el número, sino como «la levadura», desde dentro, desde una posición escondida, apenas visible, pero con gran capacidad de penetración y de vivificación de las estructuras sociales. Es la fuerza del Espíritu, que se despliega ahora a través de los miembros de la comunidad, la que transforma orgánicamente las relaciones humanas. No se nota tanto por su presencia masiva e imponente como por su vitalidad y fuerza de cambio.
Estas dos parábolas nos invitan a invertir las notas mediante las cuales la iglesia debe hacerse 'notar' entre los hombres. No es el campanario más alto ni el conjunto arquitectónico más maravilloso, no es la capacidad de convocatoria ni la presencia masiva en los medios de comunicación; no son las notas externas que causan admiración: es la presencia diaria que da sentido a la vida, la capacidad de transformación, la penetración capilar en las estructuras humanas, la fuerza del Espíritu capaz de hacer fermentar toda la comunidad, como la levadura, para que ésta alcance los niveles de servicio y de compromiso que requieren las ineludibles necesidades de los más marginados. El núcleo central de la enseñanza de Jesús queda formulado, así, con los rasgos más sencillos y menos altisonantes. Como todo aquello que es importante, según la nueva escala de valores del Evangelio.