Reflexiones Bíblicas

San Lucas 21,1-4

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

 

Evangelio: 

 

San Lucas 21,1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: "Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir."

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Jesús enseña al pueblo en el Templo. Observa cómo la gente echa su ofrenda en la alcancía de las donaciones. Seguramente llamaban la atención los donativos de los grandes ricos. El Templo era para los judíos el motivo máximo de su orgullo nacional. Representaba, además, en tiempos de Jesús la identidad y resistencia del pueblo contra la dominación romana. La grandeza de esta institución fundamental dependía en gran medida de las donaciones de los personajes más ricos. Por esos los grandes donantes eran muy apreciados y alabados. Jesús observa y anuncia un hecho insignificante para aquellos criterios, pero maravilloso: una viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos. Los ricos han dado de lo que les sobraba; la viuda, en cambio, ha dado todo lo que tenía para vivir. Jesús cuestiona la grandeza y el poderío nacionalista del Templo desde la debilidad de una pobre mujer sin ningún amparo ni protección. El Maestro invierte el orden establecido: esa mujer, débil y marginada de la vida social por diversos conceptos, ha dado más que los varones ricos y poderosos. ¿Qué damos nosotros? ¿De lo que nos sobra, o de lo que tenemos para vivir? Muchas veces nos pasamos de egoístas y sólo damos en forma simbólica un par de monedas que no necesitamos, o -peor aun-, llevamos al templo lo que pensábamos desechar por inservible. ¿Qué mérito tienen esos gestos? Dar es sinónimo de entregar; y es entregando de lo que necesitamos como acumularemos un tesoro en el cielo. Valioso ante Dios es dar en forma desinteresada, sin esperar nada a cambio, y menos aun el aplauso público. "Hay que dar hasta que duela", decía a los católicos pudientes de su tiempo san Alberto Hurtado, el gran apóstol chileno del cambio social estructural.