Reflexiones Bíblicas

Domingo I de Cuaresma, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Génesis 9,8-15: 1Pedro 3,18-22: Marcos 1,12-15: 

 

GÉNESIS. La pretensión auténtica del autor del Génesis no es enseñar historia universal, sino instruir, educar, formar la fe de sus lectores y oyentes. Lo que hoy leemos es una ampliación a una primera versión más antigua y breve. Esta lectura, revisada y aumentada, procede de las nuevas circunstancias históricas que vive el pueblo de Israel. El exilio ha terminado, pero es preciso enseñar bien al pueblo que el mejor modo de evitar un nuevo castigo de Dios es cumplir fielmente su alianza. Todo lo antiguo, la humanidad anterior, ya no existe, ha sido borrada de la faz de la tierra. La humanidad primera, nacida de la creación y corrompida por el pecado de Adán y Eva, ha ido cayendo en declive progresivamente; abandonando los preceptos de Dios se ha abandonado a su suerte dejándose arrastrar por el pecado.

Pero Dios ha intervenido. Nace una nueva humanidad, a la que el Señor se vinculará de nuevo mediante una alianza, simbolizada en el arco iris que la hace recordar a los hombres cada vez que en los cielos se agrupan las nubes amenazadoras de la lluvia destructora.

La salvación se obra mediante un pequeño botón de muestra: la familia de Noé y unas parejas representativas de animales. Pequeñas células que servirán para regenerar no sólo a la humanidad, sino a la creación entera.

Por encima del pecado estará siempre la misericordia y la gracia de Dios, como dice en el salmo responsorial: "tu ternura y tu misericordia son eternas".

EVANGELIO.
Constituye un hecho incuestionable que Jesús fue tentado en su realidad humana. Así lo afirma sin paliativos el texto que comentamos y que no deja lugar a dudas. No fue aparentemente tentado -como mantienen algunas visiones docetas-, sino de verdad y repetidamente en distintos momentos de su vida, empezando por el tiempo, que estuvo en el desierto. Para el evangelista el desierto es el lugar de la prueba, pero sobre todo del encuentro con Dios y de la decisión en momentos trascendentales de la vida. Los cuarenta días deben entenderse no en sentido cronológico sino en su intencionalidad teológica. Cuarenta años estuvieron los israelitas en el desierto, donde fueron probados y para su desgracia cayeron en el pecado. En Jesús, el Hijo-Siervo de Dios, ungido por el Espíritu, la situación cambia por completo. Es tentado, ciertamente, pero resiste con éxito los embates del mal y sale victorioso. Es consolador para nosotros comprobar cómo Jesús estuvo a la altura de las circunstancias, superó airoso la prueba y con la asistencia del Espíritu permaneció fiel a Dios, asentado firmemente en el cumplimiento de su voluntad, el norte que guió siempre toda su actuación.