Reflexiones Bíblicas

Domingo II de Cuaresma, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Génesis 22,1-2.9-13.15-18: Romanos 8,31-34: Marcos 9,2-10:

GÉNESIS. El nombre de Abrahán nos evoca palabras y conceptos claves como "amistad", "fidelidad", "bendición", "salvación"... Entre estos y otros muchos hoy resaltamos el de "obediencia".

El pueblo de Dios no nace de la fuerza reproductora humana, sino de la gracia de Dios, que fructifica en el corazón de los hombres por medio de la fidelidad, de la acogida de su voluntad, del respeto a su palabra y del seguimiento de sus caminos.

Y Abrahán, como modelo y "padre" en la fe, va a ser probado en esta fidelidad., Abrahán, no entiende nada, pero se fía absolutamente. A Abrahán no le mueve la ceguera, sino la luz de la fe. Aunque no entienda nada, sabe bien a quién está obedeciendo, y su obediencia no es ciega.

Abrahán precisa de un acto de abandono absoluto en la voluntad de Dios para comprender de verdad hasta dónde se debe llegar en la fe y la fidelidad al Señor. Un acto de abandono que sólo encontrará un paralelismo en el abandono de Jesús en manos de su Padre en la cruz. Isaac no murió, y por su vida fue posible el nacimiento de un pueblo. Pero Jesús sí murió; y, aunque resulte paradójico, de su muerte nació, no ya un nuevo pueblo, sino una humanidad nueva.

EVANGELIO. En la Sagrada Escritura la montaña tiene siempre unas connotaciones especiales, marcadas por la presencia de Dios o el esfuerzo para encontrarnos con Él. En el relato evangélico de hoy se nos presenta a Jesús llevando a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan, a "una montaña alta". "Jesús se los llevó consigo". No iban solos en la dura ascensión; Él estaba con ellos en la dureza de la ascensión. Hay que subir a la montaña de la generosidad, de las miradas amplias, de los horizontes sin fronteras; pero hay que subir con Jesús o pedirle que Él suba con nosotros.

"Este es mi Hijo amado". Es el rayo de luz en la oscuridad; es la certeza de que, por muy intensa que sea la niebla de la vida y la oscuridad de la noche cerrada en que a veces parecemos caminar, el corazón de la vida está lleno de luz. Es la seguridad de que, por intensa que sea la oscuridad, mañana, el mañana de Dios, será de día.

Hay que volver a la dura planicie donde se libra la historia de la vida y de la muerte de los hombres. El que nos llevó con Él al monte ha bajado con nosotros y se ha quedado para siempre con nosotros.