Reflexiones Bíblicas

Domingo IV de Cuaresma, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

2Crónicas 36,14-16.19-23: Efesios 2,4-10: Juan 3,14-21:

2CRÓNICAS. El texto de nuestra lectura de hoy nos ofrece una explicación del exilio: los jefes del pueblo mancharon con sus actos la casa del Señor; advertidos en numerosas ocasiones por los profetas, y ante sus constantes negativas a la conversión, "ya no hubo remedio", y sobrevino la gran catástrofe: la destrucción de Jerusalén y la deportación de buena parte de su población. ¿Hasta cuándo iba a durar este castigo divino? Conforme a lo profetizado por Jeremías: setenta años.

Aunque el periodo no se cumple con exactitud -ya sabemos del valor simbólico de las cifras en esta cultura-, la conquista de Babilonia por el rey Ciro de Persia supuso el final de lo peor de la pesadilla para los israelitas. Como sucede en el Segundo Isaías, también el Cronista descubre en esta acción de Ciro la mano del Dios de Israel; conforme a la fe de esta época, el único Dios que existe, Señor de la historia y hacedor de toda la creación.

La reconstrucción moral y material del nuevo Israel que resurge de las cenizas tendrá como prioridad congregarse en torno al único Dios, obedecer fielmente sus mandatos y servirle lealmente de todo corazón. De nuevo y para siempre: un solo pueblo y un solo Señor.

EVANGELIO. Estamos ante una reflexión teológica del autor del cuarto evangelio sobre el sentido de la muerte de Jesús y su repercusión para el mundo. El autor de cuarto evangelio nos desafía a mirar más allá de la aparente insignificancia de un crucificado.

En primer lugar establece un paralelismo metafórico entre la cruz de Jesús y la serpiente que, por indicación de Yahvé, fue levantada en el desierto por Moisés para salvar a su pueblo de la muerte segura ocasionada por una plaga de serpientes. "Así tiene que ser levantado el Hijo del hombre". Ya no se trata de curar una enfermedad o de salvar la vida por unos años, sino que la aparente fragilidad del crucificado tiene la virtualidad de conceder la Vida plena, es decir, la Vida eterna.

EL HIJO DEL HOMBRE que emerge en la persona de Jesús, rompe con la imagen del Dios justiciero que observa con expectante severidad los errores y culpabilidades humanas para castigarlas. En el v 16, el autor nos ofrece la "perla"de su teología, la radical novedad de la presencia de Jesús, lo inédito de su Buena Noticia: "Tanto amó Dios al mundo que dio su Hijo único para que todo el que cree por él no perezca".

El autor del cuarto evangelio es consciente de que no debe caer en espiritualismos estériles o alienantes. La luz y las tinieblas, la verdad y la mentira, el bien y el mal, la vida y la muerte serán, entre otras, las metáforas que, como tradición sapiencial, indicarán las opciones de vida ante las que estamos situados.

No cabe mantener una postura ambigua ante estos dos caminos; necesariamente deberemos optar por uno de ellos. Esa opción de vida y de modelo social se concretará en obras. Por eso: "El que obra la verdad, va a la luz, para que quede manifiesto que sus obras están hechas según Dios"