Reflexiones Bíblicas

Domingo II de Pascua, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Hechos 4,32-35: 1ª Juan 5,1-6: Juan 20,19-31: 

HECHOS DE LOS APÓSTOLES. Los cinco primeros capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles se centran en la vida de la comunidad de Jerusalén. Lo que más se desarrolla es la unión que había entre los integrantes de la comunidad; tanto en el sentido espiritual como en el material. Se nos dice que "todos pensaban y sentían lo mismo". Esta unidad no procede de la imposición jerarquizada de unos principios que uniforman el pensamiento y los sentimientos de los primeros cristianos, sino del don del Espíritu Santo que permite el buen entendimiento entre todos y la capacidad de escucha y acomodación a las necesidades de los demás. Es decir, es una comunidad en la que no existía la soberbia, ni el orgullo, ni el egoísmo, ni ninguno de los defectos que hoy deterioran la vida de nuestras comunidades.

Los apóstoles eran los que habían comido y bebido con Jesús, los que le habían acompañado por los caminos, los que habían escuchado de viva voz sus enseñanzas..., y los que lo habían visto resucitado.

Así, de sus bocas había de salir el anuncio a los cuatro vientos. Y de su anuncio la comunidad iba creciendo. Y la transformación de la comunidad por la gracia del Resucitado hacía que toda ella se convirtiera en testigo, en la medida en que su vida, coherente con las enseñanzas de Jesús, proclamaba con sus actos la verdad de cuanto anunciaban los apóstoles. 


EVANGELIO. La primera aparición acontece el mismo día de la Pascua, cuando ya está anocheciendo. Jesús quiere iluminar a los discípulos, que todavía no saben a qué carta quedarse en relación con el hecho de la resurrección. Ahora el Resucitado se deja ver por los suyos, que no caben de gozo, porque así cada uno puede cerciorarse de que el Crucificado vive, algo que hasta ese momento se han resistido a creer.

Las apariciones del Resucitado acaban invariablemente con el encargo de la misión. El envío del Padre a Jesús por la acción del Espíritu se alarga en el envío del Resucitado a los suyos. Los discípulos se integran así en la vida misma de la Trinidad y se hacen partícipes de sus planes salvadores. 

El encargo confiado sólo resulta realizable con la asistencia imprescindible del Espíritu, que se acredita como el otro Jesús, que nos convierte en testigos convincentes del evangelio para salvación de la humanidad. Lo más sagrado del cometido de los discípulos consiste en abrir a los hombres a una vida nueva de paz. Únicamente pacificado consigo mismo y con los demás, el hombre, sostenido por el amor divino, puede lograr su existencia en el devenir diario en trato con los otros.