Reflexiones Bíblicas

Domingo V de Pascua, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Hechos 9, 26-31: 1 Juan 3, 18-24: Juan 15, 1-8:

HECHOS. Habiendo madurado en su conversión, en Damasco, Pablo comienza allí mismo a predicar el mensaje de Jesús en las sinagogas. Su celo en la predicación y sus argumentos provocaron el rechazo de los judíos, que deciden acabar con él.

No fue así porque la comunidad cristiana tuvo conocimiento de ello y ayudaron al apóstol a escapar de la ciudad. A quienes le ayudaron se les denomina "sus discípulos", por lo que es probable que Pablo consiguiera ya en Damasco algunas conversiones; quizá esto fuera lo que provocase las iras de los judíos que buscaban su vida.

Así llegó a Jerusalén, donde, lógicamente, intentó en primer lugar ponerse en contacto con los discípulos de Jesús que allí había.

EVANGELIO. El símil evangélico de la viña es una llamada más a producir los frutos deseados, sobre todo de fraternidad y de justicia. Eso no será posible sin estar identificados y unidos a Jesús, sin adoptar sus criterios y su modo de comportamiento. De ahí que ser sarmiento ligado a la vid es una opción y un trabajo, para construir la adhesión a Él y para generar una manera de vivir de acuerdo con los planteamientos del evangelio. Se cuenta para ello con el apoyo decidido de Jesús y del Padre. Pero hay podas que han de hacerse previamente.

Se puede argumentar diciendo que la religión ha producido muchos frutos. Efectivamente, así ha sido. Pero no pocos de ellos son frutos "religiosos" y piadosos más que cristianos; privados, más que comunitarios y sociales. Habrá que intentar que la comunidad cristiana produzca más abundantemente frutos sociales: la justicia como elemento insustituible del caminar humano; la fraternidad como destino de la vida; la alegría como disfrute necesario; la solidaridad como rostro de la fe; la utopía como dinamismo imprescindible; la vida en todas sus variantes como vocación única y primordial. Estos son los grandes frutos de la fe y de la Pascua de Jesús. Tomarlos por imposibles sería quedar condenados a la esterilidad.