Reflexiones Bíblicas

II Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 

Génesis 12,1-4a

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo." Abrán marchó, como le había dicho el señor.

Salmo responsorial: 32

R/Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

La palabra del Señor es sincera, / y todas sus acciones son leales; / él ama la justicia y el derecho, / y su misericordia llena la tierra. R.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, / en los que esperan en su misericordia, / para librar sus vidas de la muerte / y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

Nosotros aguardamos al Señor: / él es nuestro auxilio y escudo. / Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, / como lo esperamos de ti. R.

2Timoteo 1,8b-10

Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.

Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro,a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis."

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

COMENTARIOS

2 TIMOTEO. La lectura apostólica insiste en la importancia de la vida cotidiana: "Toma parte en los duros trabajos del evangelio, según las fuerzas que Dios te dé". En ella nos jugamos el éxito o fracaso de nuestra vida. Pero no intentaremos hacerlo todo de golpe ni querer ser más importantes que nadie. Necesitamos la gracia para vivir la rutina y el trabajo constante. En el esfuerzo cotidiano nos vamos realizando; nos cansamos, nos desgastamos, y, al mismo tiempo, avanzamos junto a otros y nos hacemos solidarios en la construcción del mundo. A veces las cosas salen bien, se cumplen los objetivos y encontramos incentivos para seguir programando e imaginando nuevos caminos. Pero también hay fracasos y frustraciones; unos que nacen de nuestra propia fragilidad, otros que vienen de la libertad del hombre, de las circunstancias o de las estructuras. Con frecuencia las estructuras son imposibles de cambiar pero nunca nos rendimos. La gracia también nos ayuda a experimentar con paz nuestra provisionalidad, el hecho de envejecer, el sentimiento de que estamos de paso, el que somos efímeros. Necesitamos exponernos a la acción del Espíritu para asimilar tropiezos y derrotas, para relativizarnos a nosotros mismos y aceptarnos tal como somos. Nos vacunan contra la autosuficiencia, el desánimo y la desesperanza. Somos pequeños pero llamados a colaborar en una gran obra. "Siervos inútiles somos..."

MATEO. Jesús acababa de anunciar a sus discípulos que el Mesías tenía que «ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día»; y para mostrarles adónde conducía su camino, escoge a tres discípulos y los hace participes de una experiencia que demuestra que la entrega hasta la muerte no es el camino del fracaso, sino el del verdadero triunfo. La vida de Jesús y la de sus seguidores se desarrollará en medio de conflictos y persecuciones; aparentemente, según se entiende en este mundo el éxito y el fracaso, el fruto de sus esfuerzos será la frustración.

El momento parece inmejorable a Pedro para detener la historia y olvidarse de los problemas y sufrimientos del género humano. Todo lo que él quería se encontraba en aquel momento allí presente: su pasado, sus tradiciones, y Jesús, a quien había dado su adhesión, la realización de sus esperanzas. Y todo sin tener que romper con nada y sin tener que arriesgar nada.

Ante la actitud de Pedro dispuesto a dormirse en los laureles, Dios no puede permanecer callado. Y hace oír su voz: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto. Escuchadlo». Si Dios se había dirigido anteriormente a los hombres por medio de Moisés y Elías, ahora la voz de Dios sólo puede oírse cuando habla Jesús, el Hijo de Dios.

Levantaos, les dice Jesús. Hay que explicar a los hombres de todas las razas que, por encima de sus leyes y sus profetas particulares, es posible quererse como hermanos. Y, estando el mundo como está..., no podemos permitirnos el lujo de quedarnos dormidos en nuestros laureles y esconder al mundo esta gran noticia.