Reflexiones Bíblicas

VI Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

Hechos de los apóstoles 8,5-8.14-17

En aquellos días, Felipe bajo a la ciudad de Samaría y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacia, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se lleno de alegría.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Salmo responsorial: 65

R/Aclamad al Señor, tierra entera.

Aclamad al Señor, tierra entera; / tocad en honor de su nombre, / cantad himnos a su gloria. / Decid a Dios: "¡Qué temibles son tus obras!" R.

Que se postre ante ti la tierra entera, / que toquen en tu honor, / que toquen para tu nombre. / Venid a ver las obras de Dios, / sus temibles proezas en favor de los hombres. R.

Transformó el mar en tierra firme, / a pie atravesaron el río. / Alegrémonos con Dios, / que con su poder gobierna eternamente. R.

Fieles de Dios, venid a escuchar, / os contaré lo que ha hecho conmigo. / Bendito sea Dios, que no rechazó mi suplica / ni me retiró su favor. R.

1Pedro 3,15-18

Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

Juan 14,15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él."

COMENTARIOS

HECHOS. Cuando Felipe predica a Cristo en Samaría hace lo mismo que Él hacía: anuncia la buena nueva y cura a toda la persona. A Jesús se le escapa la salud por todos los poros de su piel. Sus discípulos recibieron de Él el poder de sanar. Frente a la sociedad insolidaria o indiferente, la Iglesia debe ser lugar de compasión y misericordia. Quizá "llenar nuestras ciudades de alegría" sería una meta preciosa para los cristianos de hoy.

A veces creemos que lo que amenaza a nuestra alegría y felicidad es el sacrificio o la persecución, cuando lo que nos hace profundamente infelices a los hombres es la tristeza, el vacío, el sinsentido, la desesperanza. Los cristianos compartimos las mismas situaciones y sufrimos como las demás personas, pero las podemos vivir desde la confianza que espera últimamente la salvación definitiva que viene solo de Dios.

EVANGELIO. Esta segunda sección del primer discurso de Adiós resalta con insistencia el verbo amar, algo que aparece explícitamente al principio y al final de nuestro texto. Lo que expresa la frase inicial: "si me amáis, guardaréis mis mandamientos" constituye un convencimiento profundo de la comunidad de san Juan. El amor no puede reducirse a un sentimiento romántico. Se autentifica en la praxis: en el cumplimiento de las enseñanzas de la persona amada.

Jesús se ha ido corporalmente y los suyos pueden sentirse solos, hasta perdidos; encontrarse como "huérfanos". Es importante saber dónde está Jesús, para encontrarse con Él. La comunidad experimenta la presencia de Jesús precisamente por el Espíritu. A través de su actuación el Resucitado permanece para siempre junto a los suyos. Podemos percibirlo, "verlo" por la fe, conocer sus enseñanzas, seguir su estilo de vida. La presencia del Espíritu en la comunidad representa una realidad tan imprescindible que constituye la garantía segura para percibir la presencia del Resucitado en medio de los suyos.

A través de la acción del Espíritu "que vive con vosotros y está con vosotros", Dios "sacraliza" al hombre y, a través de él, a toda la creación. El Padre no puede ser considerado ya como un Dios lejano y distante, sino que se convierte así en el que se acerca al hombre en Jesús y vive con los creyentes, formando comunidad con los que muestra su amor.