Reflexiones Bíblicas
Solemnidad del Corpus Christi, Ciclo A
Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J
Deuteronomio 8,2-3.14b-16a
Moisés habló al pueblo, diciendo: "Recuerda el camino que el Señor, tu
Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte,
para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no.
Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú
no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre
de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu
Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel
desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota
de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el
desierto con un maná que no conocían tus padres."
Salmo responsorial: 147
R/Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión: / que ha
reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de
ti. R.
Ha puesto paz en tus fronteras, / te sacia con flor de harina. / Él envía su
mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz. R.
Anuncia su palabra a Jacob, / sus decretos y mandatos a Israel; / con ninguna
nación obro así, / ni les dio a conocer sus mandatos. R.
1Corintios 10,16-17
Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre
de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El
pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque
comemos todos del mismo pan.
Juan 6,51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo
daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si
no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que
come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para
siempre."
COMENTARIOS
DEUTERONOMIO.
La fiesta de hoy relaciona la eucaristía con una de las
tradiciones más antiguas de Israel: la del maná en el paso del desierto.
Como símbolo, el maná tiene dos importantes dimensiones. La primera, material,
es de índole biológica. Sin alimento no se puede subsistir. El maná suple esta
necesidad, que se vuelve más imperiosa cuanto más duro es el camino por el
desierto. La segunda, espiritual, es de contenido teológico, y está orientada
también a otra necesidad: no sólo el sustento material es necesario para vivir;
el hombre no sólo debe alimentar su cuerpo, también su espíritu; y Dios es el
verdadero alimento del espíritu humano: No solo de pan vive el hombre, sino de
todo cuanto sale de la boca de Dios.
El creyente está atento en los caminos de su vida a las atenciones que Dios le
presta, para socorrer su existencia cotidiana y para fortalecer su vida
interior. La advertencia de este texto es muy actual para nosotros: No sea que
te olvides del Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te
hizo recorrer aquel desierto... Uno de los grandes pecados para la tradición
deuteronomista, a la que pertenece este pasaje, es el olvido de Dios. Los
israelitas se creen autosuficientes; no reconocen que, tras ellos, la mano
providente de su Dios vela por su vida, por su historia, por su meta. La
gratitud por los dones materiales y espirituales es una de las mejores actitudes
del creyente, que, como criatura, se siente vinculado y en constante tensión
hacia su Creador, que lo cuida con amor solícito.
EVANGELIO.
En una sociedad que pasa hambre, resuenan con especial
fuerza las lecturas que nos presenta la liturgia de hoy. El evangelio nos
anuncia la Buena Noticia definitiva. Estas palabras del discurso joánico nos lo
dicen de modo expresivo: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que
come de este pan vivirá para siempre". En el contexto del cuarto evangelio este
pan vivo es el Jesús histórico, el hombre en quien reconocemos la presencia
total y definitiva de Dios en medio de nosotros.
Comer de este pan vivo, supone identificarnos con Jesús, asimilar en nuestra
propia existencia su camino histórico: sus criterios, sus actitudes, su modo de
relacionarse, su pasión por la vida, su predilección por las personas más pobres
y excluidas. Este irnos haciendo al estilo de Jesús crea honda verdad y da
sentido definitivo a nuestra existencia humana: "el que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna". Es decir, en Jesús se nos ofrece una vida definitiva
que ya empieza aquí y traspasa las fronteras de la muerte. Más allá del
sufrimiento y del aparente fracaso, comulgar con Jesús tiene un hondo sabor de
eternidad, confiere un sentido a la vida que sostiene nuestra inevitable finitud
y caducidad.
Desde el principio del cristianismo, en recuerdo de este mensaje de Jesús, se
estableció una vinculación muy fuerte entre la eucaristía como memorial de la
Cena del Señor y el mandamiento del amor fraterno. El libro de los Hechos nos lo
presenta como modelo de comunidad: eran constantes en el partir el pan, todo lo
tenían en común y nadie pasaba necesidad (Cfr Hech 2, 42). Pablo, por su parte,
avisa con energía a los fieles de Corinto del error que se sigue de la
separación: si cuando estáis en la asamblea unos comen mucho mientras otros
pasan necesidad, estáis profanando el Cuerpo de Cristo (Cfr. 1 Cor 11, 33-34).