Reflexiones Bíblicas

IX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

Deuteronomio 11,18.26-28.32

Moisés habló al pueblo, diciendo: "Meteos estas palabras mías en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo, ponedlas de señal en vuestra frente. Mirad: Hoy os pongo delante bendición y maldición; la bendición, si escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy; la maldición, si no escucháis los preceptos del Señor, vuestro Dios, y os desviáis del camino que hoy os marco, yendo detrás de dioses extranjeros, que no habíais conocido. Pondréis por obra todos los mandatos y decretos que yo os promulgo hoy."

Salmo responsorial: 30

Sé la roca de mi refugio, Señor.

A ti, Señor, me acojo; / no quede yo nunca defraudado; / tú, que eres justo, ponme a salvo, / inclina tu oído hacia mí; / ven aprisa a librarme. R.

Sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia. / Sed fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor. R.

Romanos 3,21-25a.28

Hermanos: Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.

Mateo 7,21-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados."

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente."

COMENTARIOS

DEUTERONOMIO. En la primera lectura se nos presenta una parte de ese gran discurso de despedida de Moisés que viene a ser el libro del Deuteronomio. En él se dirige al pueblo con una exhortación que habla de la maldición o la bendición que proceden de seguir o no a Dios en fidelidad. Nosotros somos libres de elegir nuestro estilo y sistema de vida; pero debemos ser conscientes del costo de nuestra libertad de opción. Toda elección es a la vez una renuncia. Elegimos una opción gracias a que desechamos las demás que nos eran posibles. No es posible elegir sin renunciar. Es un riesgo inevitable. El riesgo de vivir, porque vivir es elegir, y renunciar. Es decir: nuestra vida no está hecha. La tenemos que hacer día a día. Al ritmo de cada elección.

EVANGELIO. No basta con orar ostensiblemente, invocar a Dios una y otra vez con aparente sinceridad. Se impone también practicar sus designios de amor. La verdadera oración nos ayuda a conocer la voluntad del Padre y, lo que resulta aún más importante, nos dispone para ponerla en práctica. Precisamente en la acogida en la praxis de los proyectos divinos, trazados sobre nosotros y nuestros hermanos, es donde mejor resplandece la autenticidad de la oración. Mover los labios con un vaporoso "Señor, Señor" resulta a todas luces insuficiente. La verdadera oración pasa por el corazón y se verifica en la praxis.

El Sermón de la Montaña habla a la razón, pero expresa, sobre todo, sentimientos y afectos, que constituyen la base de la auténtica moralidad. Contempla a cada hombre en su integralidad y a la humanidad en su conjunto. Da una buena teoría para el recto desempeño de las convicciones profundas. Pero no se queda en el simple modo de pensar, en situar al espíritu ante una recta ordenación moral, sino que baja a la acción y encarece esa acción mediante el testimonio de vida. Sin él las enseñanzas de Jesús no alcanzan la eficacia debida.