Reflexiones Bíblicas

X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

Oseas 6,3-6

Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora, y su sentencia surge como la luz. Bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia tardía que empapa la tierra. "¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá? Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso os herí por medio de los profetas, os condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos."

Salmo responsorial: 49

R/Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

El Dios de los dioses, el Señor, habla: / convoca la tierra de oriente a occidente. / "No te reprocho tus sacrificios, / pues siempre están tus holocaustos ante mí." R.

"Si tuviera hambre, no te lo diría; / pues el orbe y cuento lo llena es mío. / ¿Comeré yo carne de toros, / beberé sangre de cabritos?" R.

"Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, / cumple tus votos al Altísimo / e invócame el día del pelgro: / yo te libraré, y tú me darás gloria." R.


Romanos 4,18-25

Hermanos: Abrahán, apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. No vaciló en la fe, aun dándose cuenta de que su cuerpo estaba medio muerto -tenía unos cien años-, y estéril el seno de Sara. Ante la promesa no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación. Y no sólo por él está escrito: "Le valió", sino también por nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

Mateo 9,9-13

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

COMENTARIOS

OSEAS.

El texto que hoy se proclama en la liturgia está traído por su directa relación con el pasaje evangélico. Jesús emplea una cita del profeta para enseñar a sus oyentes qué es lo más importante para Dios.

La profecía de Oseas sale al paso de la falsedad o engaño que supone para Dios una conversión aparente y no sincera de los creyentes.

El profeta invita a volver a Dios, sabedor de que el Señor nunca rechaza a quienes a Él se acercan sinceramente. La actitud misericordiosa de Dios no la fundamenta el profeta en los méritos del pueblo. Los israelitas juran amor eterno a Dios, pero su amor es tan consistente como las nubes mañaneras, que apenas sale el sol se disipan. Tienen un amor superficial porque no conocen verdaderamente a Dios.

Lo que desea el Señor de su pueblo es un amor sincero, hacia Él y hacia los demás. Como padre quiere que sus hijos lo amen y lo busquen con cariño; como marido, que su esposa le sea fiel y se confíe a él, que no busque fuera de él otra relación que destruya su matrimonio.

Para el profeta, más valioso que cualquier sacrificio es la misericordia, la solidaridad, la justicia, la compasión, el respeto... Esto sí es de verdad conocer a Dios.

EVANGELIO.

Lo sucedido con Mateo representa una "transparencia " de lo que acontece en cada discípulo, digno de llevar ese nombre. Encontramos aquí los componentes esenciales del ser cristiano en su expresión más auténtica. Esos componentes pueden concentrarse en estos cuatro rasgos: a) escuchar la llamada de Jesús; b) compartir su estilo de vida mediante el seguimiento; c) aceptar la misión encomendada en comunión con el Maestro y d) preferirlo a Él por encima de lo más sagrado: familia, trabajo y bienes.

La segunda parte constata un hecho incuestionable de la historia de Jesús. Los fariseos, el grupo más representativo de la sociedad judía de la época de Jesús, se caracterizaba por el fiel cumplimiento de la ley y la separación radical de las malas compañías que podían contaminarlos. Por eso, reprochan a Jesús una conducta a todas luces censurable: tiene trato con los pecadores e incluso se atreve a juntarse con ellos, nada menos que compartiendo la mesa común. Se muestran incapaces de entender el gesto de Jesús, porque su piedad hinchada no les permite ver más allá de sus preceptos intransigentes y, en muchas ocasiones, inhumanos.

El gesto de Jesús muestra la misericordia, la compasión con los pecadores del Padre de los cielos, que siempre está dispuesto a ejercitar su perdón con aquellos que están apartados de su gracia y más necesitan su consuelo. Por eso, son ellos los primeros receptores de su amor, que puede transformar su vida hasta el punto de hacerles personas nuevas.