Reflexiones Bíblicas

XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

 

Éxodo 19,2-6a

En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparaon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo: "Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los israelitas: "Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa."

Salmo responsorial: 99

R/Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera, / servid al Señor con alegría, / entrad en su presencia con vítores, R.

Sabed que el Señor es Dios: / que él nos hizo y somos suyos, / su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

El Señor es bueno, / su misericordia es eterna, / su fidelidad por todas las edades. R.

Romanos 5,6-11

Hermanos: Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Mateo 9,36-10,8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entoces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies." Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo grartis."

COMENTARIOS

ÉXODO.

Después de caminar tres meses por el desierto, tras la salida de Egipto, nos dice el Éxodo que los israelitas llegaron al Sinaí y acamparon a los pies de la montaña. En la tradición bíblica, la montaña es un ambiente propicio y frecuente donde el creyente percibe la presencia y la grandeza de Dios. A ella subirá Moisés y se encontrará con Dios, mientras el pueblo permanece a distancia.

Moisés es el instrumento a través del cual Dios ha liberado al pueblo de manos de un dueño ilegítimo. La mano de Dios estará con Moisés, porque se ha fiado de Él y ha creído en sus planes salvíficos para su pueblo.

El pueblo ha sido el beneficiario de la gesta que Dios, por medio de Moisés, y ha llegado hasta su presencia, que se hace patente en las montañas del Sinaí. Allí, y de nuevo por la mediación de Moisés, Dios le propone una alianza: Él siempre cuidará de ellos, les ofrecerá y garantizará un futuro a cambio de que ellos le sean fieles, de que no busquen un destino al margen de Él, de que no se rijan por otras normas que las que Él les ha dado y de que no sirvan a otros dioses.

La alianza en el Sinaí supone el acto jurídico que fundamenta la existencia de Israel como pueblo de Dios. Conlleva unos derechos y unas obligaciones. Entre otras estaba la de vivir como un pueblo santo, porque Dios es santo y quienes le sirven deben serlo también.

EVANGELIO.

El evangelio de hoy nos presenta el "ver" de Jesús conectado con el profundo sentimiento de la compasión. Es una lección del Maestro que debemos aprender para ponerla en práctica en la relación con los hermanos. La nuestra no puede ser una mirada teñida de superficialidad, cuando no de sucio utilitarismo. Frente a aquella muchedumbre que tiene ante sí, al contemplarla en su interioridad, más allá de los umbrales de las apariencias, Jesús descubre su pobreza y su desorientación: "al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor" (Mt. 9,36).

La compasión de Jesús se mueve en una doble dirección: por una parte, insta a los discípulos a que rueguen al dueño de la mies que mande trabajadores a ella, pues la mies es abundante pero los trabajadores son pocos.

Por otra parte, como consigna el evangelista, Jesús "llamó a sus doce discípulos". En esta lista entrañable están inscritos los nombres de todos los llamados a continuar a lo largo de la historia la tarea de Jesús que "recorría todas las ciudades y los pueblos enseñando en sus sinagogas y proclamando la Buena Nueva del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9,35). Es la Buena Nueva de la misericordia, de la liberación, de la reconciliación, de la curación de las heridas de la vida. Y los "Doce" somos todos, pues todos estamos llamados a derramar, a ejemplo de Jesús, la misericordia del Padre Dios como primera y última instancia de salvación. Cada uno con su estilo y su marca personal, con su esfuerzo y su creatividad, pero todos estamos convocados a la única tarea que realmente merece la pena en la vida: realizar en la tierra la característica más importante de Dios, la misericordia.

Y estamos hablando de amor, de piedad; estamos hablando de gracia; por eso resulta tan gratificante y estimuladora aquella recomendación final de Jesús a quienes han de prolongar su tarea salvadora: "lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis".