Reflexiones Bíblicas

XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

 

Zacarías 9,9-10

Así dice el Señor: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra."

Salmo responsorial: 144

R/Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; / bendeciré tu nombre por siempre jamás. / Día tras día, te bendeciré / y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.

El Señor es clemente y misericordioso, / lento a la cólera y rico en piedad; / el Señor es bueno con todos, / es cariñoso con todas sus criaturas. R.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, / que te bendigan tus fieles; / que proclamen la gloria de tu reinado, / que hablen de tus hazañas. R.

El Señor es fiel a sus palabras, / bondadoso en todas sus acciones. / El Señor sostiene a los que van a caer, / endereza a los que ya se doblan. R.

Romanos 8,9.11-13

Hermanos: Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.

Mateo 11,25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."

COMENTARIOS

ZACARÍAS.

El tema central de este texto es el mesianismo. La preocupación en esta época por la proximidad del mesías es clara. Su imagen se identifica, básicamente, con la de un rey y la de un pastor; aunque también con la de un sufriente siervo del Señor.

Los dos versos de la lectura de hoy se centran tan solo en la alegría de Jerusalén ante la cercanía de su mesías, las características que lo definen y las acciones que llevará a cabo.

Para la caracterización del mesías el profeta se ha servido de tradiciones anteriores. En primer lugar identifica al mesías con un hombre, y no con Dios, como ocurría en algunas profecías. El mesías que se acerca encarna el ideal del rey: es justo, victorioso y humilde. No son sus méritos los que le han capacitado para su misión; ha sido Dios quien lo ha constituido así para salvar y gobernar con justicia a su pueblo.

De todos son conocidas las profecías que anunciaban un desquite de Dios, un día de venganza contra los enemigos que oprimieron a Israel. Pero este texto nos habla de un rey que no se servirá de la violencia para llevar a cabo los planes divinos. El Señor va a salvar a su pueblo por el mesías, pero no manifestará su poder al estilo de los hombres. No serán las milicias las que iniciarán el glorioso futuro que se aproxima. 

EVANGELIO.

La "gente sencilla" a la que, según el texto evangélico, Dios se revela es aquella que trata de sobrevivir con dignidad en situaciones de gran carencia social. Por el amor que el Padre vierte sobre la historia, esas personas pasan a ser miembros privilegiados de la familia de Dios. Esos "cansados y agobiados" pueden encontrar en el mensaje una fuerza de vida que restaure sus desalientos. Esa fuerza es liberadora y nada tiene que ver con las imposiciones de la religión o de la política.

Hay personas que no pueden sustraerse al torbellino de la exclusión. Desestructuraciones familiares, fracasos laborales y relacionales, enfermedades, problemas con la justicia, vacío de sentido, problemas psicológicos de envergadura, etc., son las causas más comunes que empujan en la dirección de la exclusión. Todas ellas tienen como denominador común la soledad y el desamparo. Mirar los caminos de la exclusión es una exigencia de fe y de humanidad.

La exclusión necesita caminos forjados de solidaridad, generosidad y justicia. Colaborar en esa clase de "empresas" es, sin duda, hacer obra de evangelio.

Para reinsertar hay que compartir. Esa ha sido la metodología usada por el mismo Jesús. El evangelio sostiene que cuando funciona el mecanismo del compartir la vida se regenera. Mirar este duro mundo de la exclusión de frente es tarea ineludible de quien se dice adherido a Jesús.