Reflexiones Bíblicas

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

Isaías 55,1-3

Así dice el Señor: "Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David."

Salmo responsorial: 144

Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores.

El Señor es clemente y misericordioso, / lento a la cólera y rico en piedad; / el Señor es bueno con todos, / es cariñoso con todas sus criaturas. R.

Los ojos de todos te están aguardando, / tú les das la comida a su tiempo; / abres tú la mano, / y sacias de favores a todo viviente. R.

El Señor es justo en todos sus caminos, / es bondadoso en todas sus acciones; / cerca está el Señor de los que lo invocan, / de los que lo invocan sinceramente. R.

Romanos 8,35.37-39

Hermanos: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Mateo 14,13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer." Jesús les replicó: "No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer." Ellos le replicaron: "Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces." Les dijo: "Traédmelos." Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

COMENTARIOS

ISAÍAS. Una primera característica de nuestro texto es la abundancia y la gratuidad con que el pregonero, en nombre del Señor, reparte entre la población ("sedienta y hambrienta") cuanto necesita para su sustento. La abundancia supone que habrá agua y comida para todos, por muchos que sean.

También se habla después de "platos sustanciosos". Y aunque sencillos, estos alimentos son claramente simbólicos. Son el agua y el pan que dieron la vida a Israel en el primer éxodo; la leche que mana en la tierra prometida, según la esperanza de los que salieron de Egipto, y es el vino del banquete. No hay vida sin el agua, el pan o la leche; no hay alegría sin el vino de la fiesta.

Estas palabras de Isaías están acompañadas de una segunda parte. Conversión. Todo es gratis, sí, pero es preciso acudir a la fuente de donde mana todo esto. Y esa fuente es precisamente Dios. "Inclinad el oído, venid a mí: escuchad y viviréis". Es preciso acudir a donde está el Señor para recibir sus dones, para recibir la vida. En necesario un movimiento, una voluntad, un ponerse en marcha. El que acuda no volverá con las manos vacías.

EVANGELIO. La multiplicación de los panes y los peces nos evoca la gran tentación de considerar que únicamente la satisfacción de las necesidades básicas nos conduce a la sociedad que Jesús quiere. Jesús se preocupó de que sus discípulos fueran mediadores efectivos frente a las necesidades del pueblo, pero no recurriendo a la mentalidad mercantilista que reduce todo a la presencia o ausencia de dinero (Mt 14, 15). Es muy fácil, a falta de un benefactor, despedir a la multitud hambrienta para que cada cual consiga lo necesario. Pero Jesús no quiere eso; Él pide a sus seguidores que sean ellos mismos quienes se ofrezcan a ser agentes de la solidaridad entre el pueblo, ofreciendo lo que son y todo (lo poco) que tienen. Entonces la ración de tres personas, cinco panes y dos peces, se convierte en el incentivo para que todos aporten desde su pobreza, y pueda ser alimentado todo el pueblo de Dios, que es lo que simbolizan las doce canastas. En la intención del evangelista, Jesús demuestra de este modo que el problema no es la carencia de recursos sino la falta de solidaridad.

Lo que nos acerca a Jesús es el amor incondicional a Él y a su Causa. Algo que hizo diferente a Jesús de todos los predicadores de su época fue la capacidad para despertar los mejores sentimientos de la gente: amor, generosidad y respeto. Nosotros no deberíamos amar a Jesús con un amor diferente al amor con que Él nos ama. Si entendemos con qué amor Jesús nos amó, estaremos seguros de lo que proclama Pablo: nada nos puede separar del amor de Cristo.