Reflexiones Bíblicas

XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

1Reyes 19,9a.11-13a

En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: "Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!" Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.

Salmo responsorial: 84

R/Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.

Romanos 9,1-5

Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

Mateo 14,22-33

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua." Él le dijo: "Ven." Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios."

COMENTARIOS

1 REYES. El texto que hoy nos ofrece la liturgia sobre Elías nos habla de un encuentro del profeta con Dios. Este encuentro se ha convertido en la tradición cristiana, por la forma en que sucede, en paradigma de una auténtica experiencia de Dios.

El profeta está cansado de llevar a cabo su misión; el pueblo no quiere escuchar sus palabras; a otros mensajeros que como él han anunciado al verdadero Dios los han matado; y ahora la reina busca su muerte. Elías más que nunca necesita encontrarse con Dios; es preciso para seguir adelante que el Señor le devuelva las fuerzas, le dé ánimo, fortalezca su relación. Y esto es lo que va a suceder.

"Después se escuchó un susurro. Elías, al oírlo, se cubrió el rostro y salió a la entrada de la gruta". Acababa de llegar el Señor (por eso oculta su rostro). De su encuentro con Dios el profeta se llena de nuevo vigor, sí; pero este no es ya la fuerza destructiva y sobrecogedora que podría estar esperando para hacer frente a las amenazas de muerte. Es la paz de espíritu que serena el corazón. Así es Dios, y así deben ser sus seguidores.

EVANGELIO. El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.

«La barca» de los discípulos es figura de la comunidad. Jesús los envía «a la otra orilla», adonde habían ido con él (cf. 8,28), es decir, a país pagano. La misión debe hacerse repartiendo el pan con todos los pueblos, como acaban de hacer en país judío.

Pedro desafía en cierto modo a Jesús. Lo llama «Señor» y le pide que «le mande» ir a Él: cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del amor. Pedro quiere «andar sobre el agua», participar de la condición divina de Jesús. Éste no duda y lo invita. Sin embargo, Pedro «ve» el viento, es decir, su efecto sobre el agua, y siente miedo; esperaba la condición divina sin obstáculos, de manera milagrosa; ha olvidado que el hombre se hace hijo de Dios en medio de la oposición y persecución del mundo (cf. 5,10s).

En cuanto Jesús sube a la barca cesa el viento, es decir, la oposición y resistencia de los discípulos. El viento era la búsqueda del triunfo humano.