Reflexiones Bíblicas

XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

Isaías 22,19-23

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: "Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna."

Salmo responsorial: 137

R/Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; / delante de los ángeles tañeré para ti, / me postraré hacia tu santuario, / daré gracias a tu nombre. R.

Por tu misericordia y tu lealtad, / porque tu promesa supera a tu fama; / cuando te invoqué, me escuchaste, / acreciste el valor en mi alma. R.

El Señor es sublime, se fija en el humilde, / y de lejos conoce al soberbio. / Señor, tu misericordia es eterna, / no abandones la obra de tus manos. R.

Romanos 11,33-36

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Mateo 16,13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo." Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

COMENTARIOS

ISAÍAS. El texto que hoy se proclama en la liturgia va dirigido concretamente contra Sobná, el mayordomo de palacio en tiempos del rey Exequias. Se le anuncia que el Señor le expulsará de su cargo. Y será sustituido por otro que Dios pondrá en su lugar. Independientemente de la persona concreta de la que se habla (Eliacín, hijo de Elcías), el oráculo tiene un tinte mesiánico. En ese personaje comienzan a cumplirse las promesas, pero éstas van más allá. En el libro del Apocalipsis (3,7) se dice de Jesucristo: "Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir". Jesús es, pues, para la comunidad cristiana el que tiene todo el poder mesiánico.

Los caminos del Señor no son los del individuo engreído y alienado. Todo lo que un sistema social construye sobre la explotación, el abuso del derecho y la falsedad, termina irremediablemente condenado a la insignificancia.

EVANGELIO. La confesión de Pdreo identifica a Jesús de Nazaret no sólo con el anunciado por los grandes personajes de la Antigua Alianza, también con el mismo Dios, ya que en su vida terrena se acredita como el Hijo amado del Padre.

El primer miembro de la iglesia antecede a ésta en la más atinada expresión de su fe. Es Pedro quien enseña a los cristianos de todos los tiempos a mantenerse unidos en la proclamación firme y gozosa de la humanidad plena y de la divinidad perfecta de Jesucristo. Mateo quiere atraer la atención de sus lectores hacia la persona del apóstol Pedro y resaltar su confesión en la forma debida, por la excelencia perenne que esa confesión tiene, sobre todo puesta en labios del que iba a convertirse en la roca, en la que la Iglesia, conforme a la promesa de su Señor, fundamentara su unidad y preservara su ser y quehacer en su andadura por este mundo.

Pedro es, sin duda, una figura significativa y emblemática de aquel pequeño puñado de hombres y mujeres que siguen y están con Jesús. Jesús le otorga "las llaves del reino de los cielos", símbolo de poder. La elección y la llamada de Jesús se recibe a título personal, pero no se ostenta a título individual ni como privilegio personal sino en función de Jesús y de su misión.

El ejercicio de poder en la Iglesia nada tiene que ver con los poderes de este mundo. El Espíritu de Dios en la iglesia se manifiesta en el servicio.

Jesús sí es el Mesías, pero no el Mesías triunfalista y prepotente del nacionalismo exacerbado, sino una persona al servicio de las más hondas y profundas causas humanas. Jesús sí es el profeta; pero no el profeta que anuncia la supremacía de la propia religión o de la ideología de su grupo, sino el profeta del amor, la justicia y la paz.