Reflexiones Bíblicas

II Domingo de Adviento, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

Isaías 40,1-5.9-11

"Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por su pecados." Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escraboso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca del Señor-." Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: "Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres."

Salmo responsorial: 84

R/Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.

2Pedro 3,8-14

Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo,¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.

Marcos 1,1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: "Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."" Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."

COMENTARIOS

Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible.

ISAÍAS. Muchas personas de nuestro tiempo son peregrinas sin meta, nómadas sin ruta, se dejan llevar a la deriva sin rumbo fijo. No creen que haya nada realmente decisivo.

Nos hemos ido acostumbrando a esta cierta atmósfera de desarraigo y cada vez nos resulta más difícil familiarizarnos con la realidad. Nos vamos resignando a esperar a nada o disfrutar todo tiempo sin propósito.

Sin embargo, nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una nueva tierra en que habite la justicia. Esperamos y confiamos.

Dios esta adviniendo. En esa espera inminente vivieron los primeros cristianos. No suponía para ellos un irrelevante tiempo de tránsito, como el que se pasa en una sala de espera. Se trata de un tiempo en el que se valora el presente, en el que se puede y debe vivir el ahora. Sólo el tiempo de Dios se puede vivir con intensidad y con fe.

EVANGELIO. Esta "espera inminente" envuelve toda la escena del Nuevo Testamento. Con esta esperanza activa, debemos preparar el camino al Señor. Ciertamente es el Señor el que se acerca a nosotros: se trata de un don. Pero no podemos sentarnos a esperar. La esperanza de la meta final, dada por Dios, se convierte en estímulo para trabajar en nuestro mundo, para darle otro estilo, para prestarle otra humanidad, para que tenga, en cuanto sea posible, las características de la meta a la que el discípulo de Jesús se dirige.

Estas características son las que expresan las preferencias de Jesús. Las que promueven tantas personas en favor de la justicia para todo ser humano. Y esto no se logra sin nuestro propio sufrimiento, sin ese afán que no mira sólo por uno mismo, sino también por los otros. Estando evangélicamente junto a los pobres y compartiendo empáticamente su situación, la esperanza, lejos de debilitarse, revivirá. No hay mejor clima para mantener la esperanza que la efectiva cercanía a los pobres.

Si sólo esperamos acontecimientos extraordinarios no sabremos saborear y aprovechar lo extraordinario de cada momento, de cada segundo, la pequeña puerta por la que puede entrar el Mesías.

Sólo podremos esperar y desear un cielo nuevo y una nueva tierra en que habite la justicia si miramos con sensibilidad nuestro mundo.