Reflexiones Bíblicas

La Asunción de la Virgen María, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS

Ap 11,19; 12,1-6.10 lCor.15,20-27 Lc.1, 39-56.

I CORINTIOS. Este pasaje resalta el carácter central de Cristo en el orden de la salvación: Dios le ha sometido todo bajo sus pies; su resurrección supuso la victoria sobre el último enemigo, es decir, sobre la muerte.

Con el telón de fondo de este cristocentrismo se entiende perfectamente el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos. En efecto, la resurrección de Cristo no fue un acontecimiento que le afectara a Él de forma exclusiva; la fe confiesa que Él resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Todos los mortales estamos implicados en la victoria de Cristo sobre la muerte. En este sentido, la resurrección de Cristo ha supuesto la reapertura del mundo de la vida, en la que podrán participar todos los que son de Cristo.

EVANGELIO. La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de dos madres y de sus respectivos niños. Observamos que hay una continuidad del designio de Dios, antes de Cto y desde Cto. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad.

Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María. En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano, que se inspira en el cántico de Ana , la madre de Samuel, y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos y en ella, por lo que hace en su favor y por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición a Abraham y a su descendencia. María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro con Isabel, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción» gloriosa de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No lo fue la «ascensión» de Jesús; mucho menos lo es en el caso de María. Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama a el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.