Reflexiones Bíblicas

III Domingo de Adviento, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J   

 

Isaías 61,1-2a.10-11

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.

Interleccional: Lucas 1,46-54

R/Me alegro con mi Dios.

Proclama mi alma la grandeza del Señor, / se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; / porque ha mirado la humillación de su esclava. / Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. R.

Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: / su nombre es santo, / y su misericordia llega a sus fieles / de generación en generación. R.

A los hambrientos los colma de bienes / y a los ricos los despide vacíos. / Auxilia a Israel, su siervo, / acordándose de la misericordia. R.

1Tesalonicenses 5,16-24

Hermanos: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

Juan 1,6-8.19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: "¿Tú quién eres?" Él confesó sin reservas: "Yo no soy el Mesías." Le preguntaron: "¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?" El dijo: "No lo soy." "¿Eres tú el Profeta?" Respondió: "No." Y le dijeron: "¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?" Él contestó: "Yo soy al voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías." Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: "Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia."

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

COMENTARIOS

ISAÍAS. Por boca del profeta, el pasaje que leemos en esta primera lectura presenta un diálogo que tiene lugar entre la acción que Dios va a realizar en Jerusalén y la voz agradecida y reconocida del pueblo que se siente transformado por la acción del Señor.

Lo más importante es el nuevo rostro de Dios que se trasluce tras esta misión. El mensaje es de optimismo, de renovación, de alegría; el "día del Señor" se ha convertido en el "año de gracia". La reedificación ha de hacerse desde abajo, desde los cimientos, teniendo en cuenta a los preferidos del Señor, con la misericordia como material de construcción.

El reconocimiento de su pueblo es de alegría y júbilo, de fiesta. Así los frutos de la nueva era no crearán desigualdad y discordia sino justicia. Por eso Israel volverá a su destino originario: ser el signo del proyecto de Dios ante el resto de los pueblos.

EVANGELIO. La luz, de la que Juan Bautista es testigo, es la Palabra hecha hombre, plenitud de amor y lealtad, explicación y demostración del amor de Dios al mundo, Hijo único de Dios entregado a los hombres. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único... (Jn 3,16). "Dios es luz" (1Jn 1, 5) es igual que "Dios es amor" (1Jn 4,8). El amor es luz, el egoísmo es tiniebla: Quien dice estar en la luz mientras odia a su hermano, no ha salido de las tinieblas. Quien ama a su hermano habita en la luz, y en la luz no tropieza (1Jn 2, 9-10). Una vida sin amor es una vida inauténtica, falsa, sin rumbo, pervertida en el plano de las ideas y en el ámbito de la actividad. Sólo el amor lleva a la dicha, a la realización personal y colectiva.

La lectura nos introduce diciendo que este es el testimonio de Juan y luego nos cuenta que de Jerusalén los dirigentes judíos enviaron delegados para preguntarle si era el Mesías o Elías que precedería a la llegada del Mesías. La respuesta de Juan es ambigua. Por otro lado, fue crítico ante el poder dominante de los romanos y de Herodes, lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre que supo entregarse a su misión y que supo ver en el futuro que se avecinaba, los tiempos esperados.