Reflexiones Bíblicas

Domingo XXX del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Jeremías 31, 7-9

Así dice el Señor:/ "Gritad de alegría por Jacob,/ regocijaos por el mejor de los pueblos:/ proclamad, alabad y decid:/ El Señor ha salvado a su pueblo,/ al resto de Israel./ Mirad que yo os traeré del país del norte,/ os congregraré de los confines de la tierra./ Entre ellos hay ciegos y cojos,/ preñadas y paridas:/ una gran multitud retorna./ Se marcharon llorando,/ los guiaré entre consuelos:/ los llevaré a torrentes de agua,/ por un camino llano en que no tropezarán./ Seré un padre para Israel,/ Efraín será mi primogénito."

Salmo responsorial: 125

R/El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, / nos parecía soñar: / la boca se nos llenaba de risas,/ la lengua de cantares. R. Hasta los gentiles decían: / "El Señor ha estado grande con ellos." / El Señor ha estado grande con nosotros, / y estamos alegres. R. Que el Señor cambie nuestra suerte, / como los torrentes del Negueb. / Los que sembraban con lágrimas / cosechan entre cantares. R. Al ir, iba llorando, / llevando la semilla: / al volver, vuelve cantando, / trayendo sus gavillas. R.

Hebreos 5, 1-6

Hermanos: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para presentar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy", o, como dice otro pasaje de la Escritura: "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec."

Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

COMENTARIOS

JEREMÍAS. No sabemos bien a quién se refiere el profeta con este nombre de Jacob. En todo caso representa a una parte sufriente de los israelitas. El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Y la salvación consiste en que quienes fueron arrancados de la tierra donde vivían, ahora regresan. Y no hay ningún lugar del mundo adonde Dios no pueda acudir en su rescate: os congregaré de los confines de la tierra.

El que regresa debe ser acogido con alegría, y en ningún caso rechazado o repudiado como extraño. Esto no sería necesario decirlo si no fuera porque el que viene lo hace con las manos vacías.

El Jacob a quien Dios salva congregándolo de todos los rincones del mundo tiene muchas carencias: entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es decir, los que retornan no vienen con un pan bajo el brazo, necesitan ayuda. Y Dios es el primero en prestársela: se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos por un camino llano en que no tropezarán. El ejemplo divino es motivo exigente para el creyente de hacer lo mismo. Y el Señor de Israel acogerá a estos necesitados con todo su cariño: "Seré un padre para Israel, Efraím será mi primogénito. El que regresa, cojo o manco, es su hijo querido y como tal lo recibe.

MARCOS. Jesús va por el camino. Desde la cuneta alguien grita su angustia. Jesús se detiene y pide que le llamen. El ciego tiene la fe suficiente para dar un salto hasta el verdadero camino, arroja el manto y se encuentra con Jesús. Jesús pregunta: "¿Qué quieres que haga por ti?" "Que vea..."

Es una maravillosa presentación de Jesús que no se pierde nada que llegue de la herida realidad; es toda una catequesis sobre cómo ir por la vida. Pero también es un relato que habla de nosotros mismos. A menudo vamos como los amigos de Jesús tan encantados por Él que no escuchamos los gritos del entorno, o lo que es peor, los apagamos. Jesús en cambio, nos anima a no pasar de largo: "llamadle". Y algo muy importante: Jesús nos enseña a escuchar. Pregunta al ciego qué quiere. ¿Qué va a querer un ciego? Ver, desde luego, pero Jesús no da nada por supuesto. Da la palabra, escucha y luego actúa.

Y este hombre con la vista en los ojos y en el corazón sigue a Jesús por el camino, se hace discípulo. Un ciego nos enseña a ver. Este ciego se convierte en paradigma del discípulo: desear la luz, invocar a pesar de las dificultades, fiarse de la palabra, ponerse en pie, adherirse y seguir el camino de Jesús... incluido el que sube a Jerusalén. Nosotros tenemos mucho también del ciego del camino. No vemos, presentimos, nos llegan ecos de que Jesús pasa. Hasta que tenemos el coraje de gritar nuestro desamparo.